sábado, 3 de noviembre de 2012

Oniria

Se incorporó motivada por el hecho de escuchar las primeras notas de Lover, you should've come over y empapar así la almohada y su pelo de lágrimas. Desde aquella discusión, o decepción, o herida que trataba de tapar en la intimidad y a espaldas de él, aquella canción había pasado a ser el himno de la nostalgia cuando sentía el desamparo propio de los desesperados del mundo. La ansiedad le consumía. Se engañaba a sí misma cerrando los ojos y diciéndose que iría a dormirse pronto. Para cuando volvió a pensar en ello, ya estaba lejos de dormirse, sentada en su cama, con los codos apoyados en sus rodillas, llorando sin alivio ni consuelo posible. Y es que, ¿a quién acudir cuando sólo le podía ayudar un desconocido temporal? Un desconocido que aparecía para dañarle, para hacerle sentir rencor y para dejarle noches imborrables de necesidad, ahogada en la soledad y en llantos de silencio. Sus problemas con aquel desconocido le perturbaban y le quitaban el sueño. Imaginaba una reconciliación sin previo aviso, aunque fuera sólo por una noche, en la cual ambos bailarían esa canción nostálgica, esta vez con un toque de amor, y en la cual el mundo insomne les atraparía por siempre. Pero jamás ese desconocido vil y cruel compartiría una noche con ella, ni cedería ante su desesperación. Sólo dejaría que existiese una noche que ella trataba de afrontar: una realidad de madrugada, en una cama con la almohada húmeda y con un despertador que sonaría sin piedad en escasas horas. ¿Y quién podría hacer justicia por ella? Sólo esas paredes, ese bolígrafo que sostenía y ese papel, cómplices de un sufrimiento y una desesperación que tardarían noches eternas en desaparecer de aquella cama.