martes, 24 de diciembre de 2013

Querida:

De veras deseo decirte que hoy, entre tantos tiempos y vidas que se nos escapan y que ignoramos, yo me siento infinita.

Nada más por amar de ti.

domingo, 15 de diciembre de 2013

Insomnia me da los buenos días

Abro los ojos y no te veo.
Abro las piernas y todo va naciendo. Sin desayunos necesarios para empezar bien el día. Sin silencios incómodos ni incómodas posturas. Sin miradas en otras partes ni partes a mitad. Sin el cielo arriba y la tierra abajo.
Las manos entre tanto contándose secretos. Las bocas no se cierran. Todo lo demás tampoco.
No es necesaria la oscuridad para serlo todo y más. Ni tampoco para sentirse como en un tercer planeta. Empezando desde la cuarta estrella fugaz de la calle tu muslo hasta la órbita de tu rodilla, me faltan vidas para estallar. Choque de materias, de infinidad, de hacer y por hacer.
Nacemos desde el final, desde el vértice del clímax vital, desde nosotras.

Buenos días (lo más bueno de ellos ya lo tengo)

lunes, 9 de diciembre de 2013

Preludio a dormir con sueño.

A las 0:53 justas, Erika está tras la puerta, con los pies fríos y el cuerpo rígido, formando una o ovalada con sus labios, escuchando palabras de sus padres que no conoce.
Un minuto después, Insomnia, que es lo contrario a insomne, comienza el tercer sueño y el primero sin Oniria, quien está escribiendo esto.

domingo, 8 de diciembre de 2013

Child bride

Te dejo la piel mudada de mi alma en aquella alfombra. No es necesario que la conserves; ojalá la quemaras junto con parte de tus muñecas sólo para que sintieras un costado de mi pasado dolor.
Las cosas bonitas las he maldecido y se han convertido en un ejercicio de memoria sensitiva. Las desprendo en forma de lágrimas. Se evaporan. Se respiran lejos de mis renovados pulmones, y se esfuman en un suspiro.
El resto de heridas son menos que mis lunares y más odiadas.

¿Qué más queda? Tú morirás hoy.

lunes, 2 de diciembre de 2013

Entretiempo: Preludio a la descripción

Constantemente me preocupa la temperatura que hace a 2587km de mi cama, los horarios de los trenes que jamás cogeré, las vidas imposibles que jamás viviré, los campos lejanos que no atravesaré.

Ya en la noche es todo menos de fuera.

domingo, 1 de diciembre de 2013

Simone (I)

Conocí a Simone un domingo odioso. Tenía el pelo corto, más corto de lo que a los chicos gustaba. Era por ello, y por otras tantas manías confesadas entre cafés vieneses, que Simone no buscaba el amor en hombres.
La estorbaban sólo con su humilde presencia. Los maldecía a veces y a voces, y yo siempre me reía cuando esto sucedía.
Resultaba que Simone era una completa experta en cocinar, o eso me demostró un día, un sólo día en el que Simone fue más cordial que nunca, y yo tan estúpida como siempre.
Cocinó un plato que me negué a probar, y esto ofendió tanto a Simone, tanto, tanto, que incluso pareció más vieja. Más vieja que no más mayor. Porque Simone se enfadó muy pocas veces en mi vida,  pero cuando lo hizo, yo  pensé mucho. Simone tenía ese efecto en mí, el de hacerme pensar aún cuando las drogas pretendían impedírmelo. Era odioso, tanto o más que el domingo en el que la conocí.

Entretiempo: Domingo y de camino.

Es bien fácil.
Te enseño canciones, poemas, domingos, vidas que me cubren, y ni con eso eres capaz de escribirme.
(Yo no supiera no hacerlo; he estado mucho tiempo esperándote.)

Entretiempo: Uñas negras

El negro en las uñas, la muerte más cercana, la madrugada de antes del suicidio y la noche póstuma. El falso infinito en cada extremidad; por cada una de ellas, una absurda historia que no se cuenta en libros. La última carta, la más banal, pues la muerte es gran simplificadora.
El negro en las uñas, vida corrosiva, de la que no se habla, la que se fuma, la que se bebe, consumida en pequeños vicios los cuales no son más que carencias vitales. Es el sabor de una lágrima llorada por muerte, con gusto a ceniza y a flores que se pudren. Es el agua del rocío cuando alguien ha elegido dejar de consumirse en vida. Es el ocultar el color rosado de juventud, ocultar el tejido roto que cubre el ser de una. Es callar a gritos que te vas, que eliges cuándo, que eres más que cobarde, débil, y ellos ignorantes. Lo dices así en tu soledad: "ignorantes", sin reír, sin vida, sin nada.
El negro en las uñas, envejecer por dentro mientras maduras por fuera. Es existir muriendo. Es fingir que desconoces, asustada de lo que conoces. Es buscar arrugas donde no las hay. Es arrepentirse al llegar a la vejez de haberse condenado a una simple intuición interna y no a la sabiduría que el degradamiento físico conlleva.
El negro en las uñas, frío en el amar, lucha diaria. Es aquella madrugada, tan odiada como todo lo demás que florece. Es despedirse justo en lo que tanto hizo sufrir, sólo como manera de contentarse con desvanecerse. Es lo que se esconde en habitaciones, en escritos que jamás serán conocidos. Es una vida más que viene y va, sin que eso importe demasiado. Es que vivir sólo importe de más cuando somos jóvenes y se pierda importancia conforme avanzas en una línea estúpidamente vacía. Es no ser recordado más que por hija de, y aquella que conocí. Es no entender quién podría renunciar a la vida y odiar no saber el por qué, temiendo tropezarte sin querer con ese deseo y entonces sentir que el resto de cosas vitales carecen de real sentido. Es no despedirse, pues sabes que no te irás de nadie hasta que no se vayan ellos antes, y entonces no importarán las despedidas.
El negro en las uñas, latir en silencio, vivir muriendo.

Entretiempo: La camisa por fuera

La camisa por fuera,
advirtiendo el pasado deseo,
las manos entre libros,
por no querer pensar de más
en versos y camas
que comparten razón de ser.

Los besos escondidos,
el alma toda llena,
el viento por venir
y contar cómo te vio,
los pies fríos
lejos de abrazos.

Los pantalones húmedos
de pasión contenida,
la piel caliente
de caricias rápidas,
el corazón solo
recién despierto.

La mirada ausente
todavía esperando,
la boca suave
de sabor tuyo,
la vida entera
en un sólo encuentro.

Y cuando viene el desconocido
susurra mal,
y un pálpito en el pecho
me dice "sal",
y todos los secretos saliendo van.

Danzando y de mientras
odiándote,
sufriendo por tu vida
pensándote,
temiendo que te griten,
cuidándote.

Te protejo sin que sepas,
sin ni siquiera hacerlo,
con la ira en las legañas,
pasajera y pensativa
decidiendo a quién callar,
a quién maldecir.

Decido esperar a que vuelvas a tu sitio
y me cuentes sin decir nada
qué tanto son tus cosas
que inundan este, mi yo,
que a veces mío y otras hueco,
pero siempre tuyo, amor.

miércoles, 27 de noviembre de 2013

Entretiempo: Lágrimas

Por esas lágrimas que escuecen, de entretiempo, de debajo de las mantas, que pican, que no caen por las mejillas y que se clavan entre las pestañas y no dejan ver, las mismas que borras con los dedos de manera dramática sin que eso importe, cerrando fuertemente los ojos, tratando de cerrar con ellos todas las demás cosas. Y una se cansa, y viene el frío... Y escuece, escuece en las entrañas.

sábado, 23 de noviembre de 2013

Hoja.

He creado un perfume
de hoja en el asfalto
ansiando la tierra oculta
al compás de los latidos de los motores
despidiendo los latidos de las raíces
muriendo perdida
en vida que nace de ella
que muere sin ella
y que vive olvidándola.
He creado este perfume
para olerlo entre nubes
en el campo
donde caminas
y caminas y vives
y libre te sientes
entre árboles y flores
y abejas que mueren,
mueren en vida
por la hoja aquella en el asfalto
que ansía su tierra
y su tierra está oculta,
oculta en los corazones
con latidos de motor
que viven olvidándola
y que morirán sin ella.

Lo he creado por los campos
por la libertad robada
por los motores que olvidan
por los asfaltos que ocultan
por las hojas que se pisan
por las raíces que ya no laten
por las nubes que observan
por las abejas que mueren
por los árboles que lloran
y por ti y por mí
que respiramos
que olemos
que caminamos
que no viviremos sin ella
y que moriremos de querer
y no de olvidar.

lunes, 18 de noviembre de 2013

...you ask me but i think you already know why

Escuchando Forget her, escondida en alguna parte, deshaciendo nudos imposibles, intentando aceptar una realidad que suelo negar a quién sabe quién entre palabras fuera de lo común, expresiones por encima de las que me conducen hasta el instituto cada mañana, tratando de encontrarme en cada media, en cada chaqueta, en cada camiseta que llevo, huyendo de mis inseguridades que me persiguen hasta llegar a lo más desnudo de mí, a aquello que nace de mí hasta cuando yo no quiero, creciendo con cada pequeño paso, notando el frío suelo a través de mis calcetines, buscando un pinta uñas negro que diga de mí más que yo por las noches, esperando que suene aquella canción, aquella señal que me indique que es la hora de abandonarse y de romperse por un momento, casi literalmente, apagando cada pensamiento, recogiendo lo que hoy he perdido de mí misma, comprendiendo lo que no comprendo, calentando mis manos, enfriando mi corazón, siendo más yo, metiéndome en mi subconsciente, sacando todo aquello que me bloquea y me encierra en una cárcel anti-deshinibición, resignándome a dormir cada noche sin ser leída, sin esperar que eso importe, esperando que eso importe y que alguien corra tras de mí gritando que se me ha caído la sonrisa y que todas las conversaciones deberían terminar con un beso cuando es muy de noche y Nerea, que a veces se cansa de ser Nerea, está triste y no quiere estar sola pero se obliga a estarlo, a escuchar Forget her y mil más, y escribir para ella hasta siempre jamás.

miércoles, 13 de noviembre de 2013

Cuestiones de autobuses

Huele bien. No huele a nada, pero huele bien.
Un nudo en la garganta que baja hasta el pecho y se libera en forma de suspiro con la primera nostalgia en forma de música que se adentra en lo que nadie parece ver.
Alguien ya ha dejado de contar sueños.
En el quinto piso se encuentra Erika, rota de sueño, cansada de mirarse al espejo y de no sentir nada. Desde hace dos días y medio se encuentra dispersa. A menudo roza los edificios con sus dedos mientras vuelve a casa en silencio, sin encuentros que activen su inseguridad y pongan en tensión cada músculo de su cuerpo. Sin casualidades innecesarias, sin falsas esperanzas de volver a quererse al menos durante una tarde.
Mira sus zapatos, sus mil y una historias que albergan, sus más de quinientos besos, y otras tantas caricias que vienen de allá, de no sabe ya dónde. Y Erika entonces se viste de negro, pinta sus emociones y nadie parece sentirse identificado. Ella prepara con cariño un sitio especial dedicado a reclamaciones por aquello que ha dibujado, por aludidos que quieran quejarse, por no aludidos que quieren entrar en ese pequeño mundo reflejado en forma de óleo, por errores cometidos en caricaturas sentimentales y otras cosas que le preocupan y le conciernen. Erika, consecuente, dedica todo un día a recibir visitas. Y nadie aparece. Apaga la luz por última y primera vez, y entonces Erika corre. Corre dejando atrás árboles, miradas, canciones tristes y escalofríos. Corre tanto y siente que con cada paso vuelve un minuto atrás. Y después de correr durante horas se va sintiendo mejor. Corre tan rápido que poco a poco va haciéndose más pequeña, más invisible, más de nadie.
Hasta que Erika desaparece.

martes, 5 de noviembre de 2013

Descripción sentimental de dos que fueron uno

Desconocidos, interesados, observados, llamados, solicitados, esperados, atraídos, sorprendidos, gustados, contados, incomprendidos, separados, explicados, queridos, felices, pensados, afortunados, pacientes, intranquilos, soñados, cuidados, conocidos, confiados, amigos, confesores, saludados, distanciados, nerviosos, inesperados, inquietos, colgados, sonrientes, felices, enamorados, conocidos, abrazados, vistos, tocados, besados, sentidos, mirados, cómplices, juntos, despedidos, llorados, impotentes, separados, pacientes, ilusionados, seguros, fieles, deseados, amantes, idolatrados, felices, juntos, soñados, escuchados, cantados, distanciados, pacientes, esperados, encantados, vividos, sollozados, fantaseados, enfadados, reconciliados, distantes, sentidos, complacientes, sumisos, consumidos, renacidos, cuidados, pacientes, juntos, felices, queridos, pensados, tocados, sentidos, besados, abrazados, ilusionados, perdonados, dolidos, desencantandos, pacientes, impacientes, distanciados, felices, despedidos, rotos, infelices, separados, queridos, amados, llorados, queridos, amados.

Fin

jueves, 31 de octubre de 2013

Noche azul, negra y fría

Creo noches vacías, noches queridas y pequeñas, tan poco escuchadas y hechas para pasar frío. Para besarse mucho tiempo y alegrarse de haber venido. Noches azules y con el miedo en las uñas. Con las ganas de sentarse y quedarse allí por mucho rato, tanto rato que la nariz se congele y el viento se apague, y puedas observar cada cambio, puedas observar cómo aquel árbol ha perdido hoy dos hojas y cómo aquel banco ha sufrido hoy tres rupturas, dos risas y cuatro abrazos. Noches que se escriben, noches que nadie cuenta, en las que existe una protagonista y un antagonista y ambos se quieren y bailan juntos, casi quietos, y no hay desarrollo ni final. No hay nada más que frío entre sus manos y entre sus ojos. Se miran a lo lejos, casi cerca, tanto como sus cuerpos, y alguien sopla y el cabello de ella se mueve. Aparecen entonces escritas en el aire y en el viento tantas, tantas imágenes y tantas historias que nadie dice nada. Todos se quedan callados. Todos lo saben.
Nadie sabe cuándo, pero hay algo, algo entre cada banco, en aquella esquina, en aquellas escaleras que se escapa de todo y crea magia, crea aquello que aparece en los ojos de la protagonista cuando mira al antagonista.
Y yo creo también. Creo noches en las que ambos tienen frío, y se besan en aquel banco. Y el azul ilumina los ojos de él y el negro tiñe las uñas de ella.

miércoles, 30 de octubre de 2013

Desamanecerán

No van a luchar por ti, me dijo. No van a correr y a recitarte lo que siempre has esperado escuchar. No van a hablarte de soluciones, ni siquiera te preguntarán por tus problemas. Los temporales vienen y van, y vas a desear que se queden tanto que memoricen tus pupilas y la forma de cada una de tus pestañas. Y vas a querer que conozcan cada gesto y que sepan cuándo preguntar en qué piensas. Pero van a mirarte y se reirán, te aseguro que se reirán. Bailarán por la noche y les verás en sus mejores días. Van a cogerte de la mano, van a contarte sus traumas y después van a escuchar cómo lloras. Van a abrazarte fuerte al ver tus cortes y después se apartarán asustados y llorarán. Ellos necesitarán estar solos y tú les mirarás atónita esperando la señal para existir. No llamarán a tu timbre y no les contarás cómo se moja tu pelo un martes por la tarde al salir de casa. Pero son y serán, y serás con ellos. Y se irán. El tiempo desencantará las palabras. Os querréis y adiós. Y el día seguirá y ellos contigo, pero tú sin ellos. Hasta la salida, y esa caricia en la espalda, y sabes que sólo puede ser suya. Hasta por la noche. Los temporales desamanecerán.

lunes, 28 de octubre de 2013

Nadie fue

Nadie desea saber en realidad por qué llora. Nadie quiere llenarle el vacío que siente cuando su casa se llena y ella no llega a tiempo. Nadie quiere entenderla queriendo saber qué pasa por su cabeza.

Pero Nadie se fue hace tiempo por quererla demasiado y aún no ha vuelto a abrazarla de verdad.

jueves, 24 de octubre de 2013

Cuando rezo

Una vez creí conocer tu cara.
Una y tan solo una creí verte.
Y mil doscientas creí escuchar tu voz. Y recordarla es otra historia.

Cada noche y cada minuto en vela, a oscuras, con toda la noche en mi ventana entrando por los huecos de mi alma te he pedido y te he dicho otras muchas cosas también. Nos hemos visto a lo lejos. Tú eres horizonte, y eres aquel sol y aunque sólo hay uno eres aquel porque eres mucho más que él, mucho más que todo, querido. Eres solemne y eres quieto, y seguro que muchos te conocieron y te quisieron.
Yo te hubiera adorado más, te hubiera mirado más que ahora si siguieras entre mis cumpleaños. Yo ya no tendría confesor, ni tampoco mi Él, ni otras muchas lágrimas que se evaporan, se acumulan, se lavan, se viven y ya no están, como tú. Eres mucho más que un nombre, y más que un hombre también. Eres muchas cosas que nadie sabe. Eres como mi consciencia, estás dentro pero fuera, y a veces creo recordarte tanto que te tengo cerca, y es por eso que te hablo cuando me desespero, cuando algo se va a escapar, cuando no puedo con tanto peso sobre mí y siento que mi cama va a romperse. Cuando tantas preocupaciones me abordan y jamás duermo. Cuando soy niña inquieta y todos me miran y me llaman tranquila. Cuando se les escapa ese gesto, y mis dedos mordisqueados. Y sangre aquí y allá. Los ojos rojos, pero no de verte. En vida sí me hubieras cansado, y te hubiera abrazado poco. Y mi corazón no latiría jamás al pensarte.
En vida te me hubieras hecho tan grande que no te hubiera visto jamás. Me hubieras encantado tanto, tanto en vida.
En muerte a penas eres conversación. Y por las noches es otra cosa. Eres más que mi oración. Más que mis súplicas. Más que eso eres, y todo lo demás también. Eres y tanto que eres que no me cabes en tan pocas líneas.

Y es por eso que no creo en ningún Dios. Porque te he conocido.

miércoles, 16 de octubre de 2013

Fall asleep

Un lazo en el pomo. Sin razón de ser. Sólo rosa. Sólo atado. Sólo a punto de caerse y a punto de que alguien lo tome y de pronto inunde sus pensamientos con él.
Allá, desde la ventana, desde el edificio de enfrente, desde una punta muy lejana y muy elevada, casi en el cielo, suenan pasos y música y alguien está llorando pero se ríe. Las gotas de agua caen desde las hojas hasta las piernas y crean sombras, diminutas sombras. Son pequeños mundos. Fascinada fijo mi atención en una de ellas y de pronto todos los colores y todas las cosas que veo, y todas las que no veo también se reflejan en esa gota. Casi creo que ocupa todo cuando la toco y descubro la canción favorita para terminar los conciertos de Amarante. Nadie me lo dice. Y nadie más lo sabrá. Lo pensaré mientras bebo café de avellana y mientras recuerdo Suecia y hablo sobre los hermanos Lumière y alguien me alaba. Y poco me importa, aunque me hablen unos ojos azules y rubios. Ojos rubios porque quien me mira a través de ellos tiene en el pelo rayos de sol que se desvanecen con filosofías y con pensamientos que atraviesan cada conexión cerebral que ignoro. Todavía, ignoro todavía. Me quedo callada y cruzada de piernas, y me pregunto por qué Irene y por qué The ribbon.
Quiero contar mil cosas lejos de aquí. Quiero subirme allí arriba, donde hace poco me preguntaban qué hacía allí, donde hace más me preguntaba yo misma por qué lloraba allí, y dejaba escrita con sangre una confesión que culminaría en herida. De esas que no cicatrizan y que sólo cicatrizan cuando las ves.
Siento que alguien está a punto de desfallecer, y corro. Corro quieta, y hay alguien subido a esa farola que apagará todas las luces y entonces quedaré yo sola, y tendré que escuchar el silencio y nadie quiere escuchar el silencio. Por eso enciendo la televisión. No me deja pensar.
No me dejan desfallecer, pero a alguien sí. Alguien afortunado, y me paro. Me paro corriendo. Y ya estoy lejos cuando sé quién es, y miro y no hay ninguna farola, y soy yo misma frente a un espejo, y hay alguien detrás en el suelo, y yo corriendo, y nunca llegaré a apagar las luces porque ya lo están. Tan apagadas que sólo escucho respirar. Y silencio. Y no hay ninguna televisión cerca.
Entonces duermo. Suicidio común, aceptado, silencioso y no doloroso. Aunque toda yo siga sufriendo, porque sigo respirando.
Cansada de los desayunos y los no buenos días que todos dan. Dan por dar. Y yo doy, pero sonrío, y no olvido esa sonrisa, ese desconocido que te deja pasar con un gesto espontáneo y acertado. Y sonrío. Y agacho mi mirada porque pienso que nadie querrá verme sonreír, pero hay demasiado ruido para poder pensar y sólo pienso que he sonreído. Como una meta.
La meta de llegar y encontrar el lazo desecho. Desecho como tú. Y quedas con el silencio, y duermes y te suicidas y sonríes.

lunes, 26 de agosto de 2013

Oniria y 20 secretos a voces

Oniria creció sin vestidos
porque sólo los llevaba su madre

Oniria jugaba sola
porque su padre estaba solo

Oniria le cantaba a su hermano
porque no le escuchaba

Oniria jugaba en la bañera durante horas

Oniria creció tan rápido
que nadie se dio cuenta

Oniria se pone triste por las noches
porque ya nadie duerme con ella

Oniria echa de menos cuando el sol de verano se pone
porque recuerda

Oniria se araña
porque nunca tuvo gato

Oniria odia las despedidas
porque una vez jamás se despidieron de ella
y otra vez le dijeron adiós demasiadas veces

Oniria a veces no habla
por querer escuchar demasiado

Oniria a veces grita
por callar demasiado

Oniria tiene miedo
porque le enseñaron a no tenerlo demasiado temprano

Oniria se esconde
porque no sabe no hacerlo

Oniria adora la música triste
porque la alegría no le llena

Oniria se rompe a menudo
porque aprendió lo sencillo que era hacerlo y no sentir nada

Oniria habla sola
porque se escucha mejor que nadie

Oniria no duerme por las noches
porque alguien le contó el secreto de las madrugadas

Oniria viste de negro a veces
porque a veces está triste

Oniria se fascina cada día
porque todavía no se acostumbra al mundo

Oniria habla en sueños
porque siempre habla soñando

sábado, 27 de julio de 2013

Los días que (nos) separan.

Tan sólo un horario y un reloj me mantienen cerca de la realidad. Siempre cerca, nunca en ella. Todas las frases me parecen ya escritas. Todo me duele igual. Esta lágrima de aquí ya ha sido llorada. Esta ansiedad ya ha sido descrita. Y quién sabe lo que ya se ha vivido. Sólo somos dos cuerpos más que no terminan de querer ser. Sólo existimos por un tiempo. Tratamos de vivir una realidad ya vivida, y entonces ¿qué hacemos todavía mirándonos? ¿Qué somos?

Yo me abandono, así es más fácil soportarme. Y te dejo a ti la mejor parte de mí. Y quien quiera que visite la mala, que tengo un sitio reservado para quien lo haga. Que lugar para las sonrisas siempre hay. Pero las buenas noches no te las da cualquiera.

Cualquiera, y cual no quiere.

No...

miércoles, 3 de julio de 2013

Oniria y la ventana

Oniria despertó a tres metros del precipicio. No escuchó más que el sonido del silencio que solía encontrar de noche en su cama. Cerró los ojos, y entonces miró hacia la pared de su habitación, dándose cuenta de que acababa de empezar su día. Se abrazó a sí misma como casi nunca lo hacía y quiso llenar su mañana de canción. Las primeras horas de aquel día las pasó recordando. Llevaba mucho tiempo sintiendo el susurro de la nostalgia recorriendo su espalda. El pasado se le antojaba y teñía cualquier lugar que oliera a recuerdo de un color entre magenta, sepia y gris. Realmente ella lo veía así. Pero era algo que le gustaba.
Tuvo que abrir la ventana de su habitación para asomarse y mirar dónde quedaba el sol en ese momento. Pensó que serían las doce y de pronto se sintió mejor. Seguía sonando aquella canción desde una parte de su casa. Inundaba la casa de un sentimiento sin color. O mejor dicho, sin color puesto por ella. Y sin más salió corriendo como ella corre cuando nadie la ve y le puso fin a aquel sonido. Se hizo el silencio. Sus oídos hicieron un ejercicio extraordinario para encontrar el ruido de la calle que provenía de la ventana abierta de su estancia. De puntillas acudió al origen del sonido. Se detuvo en la puerta. Observó el contraluz que pintaba sus paredes proveniente de aquella ventana entreabierta.

Miró perpleja cada rincón de lo que se hallaba frente a su mirada. Su expresión cambió. Un capricho del aire fue desde la ventana hasta ella, y recorrió su cuerpo de arriba a abajo. Sintió un frío terrible. Cerró la ventana rápidamente. Se giró bruscamente, como si temiera que de pronto todo hubiera vuelto a cambiar. Respiró aliviada al comprobar que seguía igual.
Volvió a sentarse en su cama. Estaba helada. Se tumbó con un cansancio horrible en el cuerpo. Perdió la noción del tiempo cuando un recuerdo amenazó con quedarse demasiado tiempo en su mente. El sol se escondió tras una nube y la luz desapareció levemente. Eso hizo que reaccionara. Se levantó sin hacer ruido alguno y se vistió. Hasta que se decidió a abandonar aquel piso aquella mañana, volvió antes a observar su habitación al menos tres veces. Después de recorrerla con la mirada por cuarta vez, salió de allí. Mientras esperaba el ascensor pensó en aquella ventana. Odiaba que estuviera abierta. Sentía que alguien había entrado. Sentía que su cuarto era menos suyo. Notaba cómo mil ojos se le clavaban en la espalda y de pronto sus cosas eran menos cosas y todo lo que tenía significado dejaba de tenerlo.
Se miró en el espejo por primera vez. Deseaba que aquel espejo estuviera roto. Se dio la vuelta y esperó a llegar. Recorrió el espacio que separaba el ascensor de la calle de manera impasible. Sin gesto alguno, sin expresión alguna, sin vida alguna. En sus ojos se dibujaban espirales a los laterales. Una vez fuera, miró el cielo. Se detuvo un segundo, y se le hizo eterno. Sabía que allí no existían espacios personales, ni signos de identidad, ni descansos para crearse a uno mismo, o ni siquiera segundos para hacer lo que quería sin consecuentes miradas desconocidas y hasta familiares. Pensó que habría pasado una hora desde la última vez que había mirado dónde estaba el sol, y el frío abandonó su cuerpo. Caminó fingiendo que tenía un destino. Realmente eso era algo que la avergonzaba, no saber a dónde ir. Escuchaba a diario en el autobús conversaciones sobre todos los quehaceres ajenos, sobre prisas, sobre horarios, sobre gente que esperaba y aparecía tarde como si vivir fuera una carrera a contrarreloj o una pizarra llena de nombres, sitios y personas. Y ella nunca tenía horarios. No tenía prisa jamás, ni nadie que la estuviera esperando siempre y en cualquier lugar. Se camuflaba entre el gentío con una facilidad enorme.
Caminó durante un tiempo indefinido. Paró en un banco cuando quiso. No sabía bien dónde había llegado, pero no le importaba. Recordó cómo su madre le había hablado durante años de las personas sin luz. Personas que nacen para no ser vistas o ser vistas siempre en un contexto ajeno, siempre intuidas. Personas de las que te hablan y te es imposible recordarlas. Personas a las que no les pones voz, ni cara, ni cuerpo, ni personalidad, ni preferencia alguna en tu ser. Personas desdibujadas, deshechas, desexistentes. Personas con las que te cruzas a diario y que ni siquiera sabes cómo se llaman, ni te interesa tampoco. Personas que están, y que son, pero sólo para ellas mismas.
De pronto Oniria creyó que resonaban en su interior aquellas palabras que escuchó una sola vez. "Tú eres una de ellas." Se hizo el eco en cada órgano de su cuerpo. Le golpearon por dentro.
"¿No tengo luz?". "Tienes una luz que nadie más puede ver, y eso es como si no tuvieras luz."
Se levantó del banco y lo observó con resentimiento. Le resultaba vacío un apoyo tan material. "¿Por qué nadie puede ver mi luz?". Ya no sabía hacia dónde dirigirse. Quería volver a escuchar aquella canción, así que pasó el resto del día yendo a mil sitios y a la vez a ninguno intentando escucharla. "Eso es algo que entenderás conforme vivas contigo misma." Ni siquiera le preguntaba a la gente. Sólo caminaba y caminaba, y se paraba, y volvía a retomar el camino que ni siquiera existía, con la esperanza en forma de pasos y el destino en aquella canción. Se preguntó si el cielo estaría hecho de música. Si en cada nube habría partituras escritas en un idioma que nadie podía ver. Como su propia luz. Se observó a sí misma. Pensó que quizás ella también estaba hecha de partituras, y por eso sentía que algunas canciones eran su corazón, o su hígado, o su omóplato, o su oreja, o su pierna.
Quizás estar en el cielo era algo que nadie deseaba de verdad. Pensó que todos lo miraban con cariño, con nostalgia, con cierta ambición y cierto afán de poseerlo, pero que nadie pensaba en llegar a él. Porque ni siquiera era un lugar. A Oniria le gustaba pensar que el cielo en realidad era el suelo, y que todos estábamos en él. Pero las nubes eran otra cosa. Se iban, y venían, y todas tenían mucho que decir. Y por eso todo estaba lleno de música, porque vivíamos en el propio cielo. Y que las canciones que realmente nos hacían sentirnos más nosotros y que nos llenaban y destruían casi de la misma manera, era música de nubes. Música escrita con una tinta y en un idioma que nadie podía ver.
Oniria se chocaba mil veces con la gente siempre que se iba sin saber a dónde. A Oniria nadie la miraba de forma especial. Nadie se preguntaba nada sobre Oniria. A Oniria nadie la había conocido de verdad. Oniria parecía ajena a la realidad siempre. Nadie veía a Oniria. Por eso mirar las nubes, algo que todos adoran hacer por capricho y por sentir una falsa libertad pero que sin embargo aburre a cualquiera a los pocos minutos de hacerlo, era algo que a Oniria la salvaba. Veía aquella música, y la entendía. Y sabía que sólo ella podía hacerlo. Porque ella misma era nube. Ella misma poseía música que nadie podía ver. Ella misma era luz.


Volvió a encontrarse. O quizás no encontró nada porque no había nada que encontrar.
Casi por un impulso que no supo bien de dónde procedía, miró hacia su ventana. Lo hizo de forma tan automática que hasta pasados unos segundos no supo procesar la imagen que contemplaba. Se fijó detenidamente. Comprobó que esa era su ventana, aunque sabía que no podía ser otra y que jamás podría confundirse. Se detuvo bruscamente. Su cuerpo se paralizó. Su mente se paralizó. Creyó que su pulso se paralizó también. Un sonido casi irreal invadió la calle. No podía apartar la mirada de su ventana, intentando convencerse de que era un error visual y que aquella sombra dibujada en su ventana era ficción. Pero no lo era. Quiso pensar quién podía ser, pero enseguida entendió que podía ser cualquiera. Recobró la consciencia lo justo como para salir corriendo hacia su casa. Mientras subía las escaleras todo se movía tan fugazmente como sus pensamientos. Es imposible relatar todo lo que pasó por su mente, ya que ni ella misma sabía si pensaba en algo o no. Llegó a su puerta. No sabía cómo enfrentarse a lo que estaba a punto de ver y vivir. No sabía qué iba a pasar. Sintió un miedo horrible. Y más horrible le pareció tener que abrir la puerta sabiendo que detrás de ella había alguien. Pero lo hizo. Lo hizo, no supo si lenta o rápidamente pero lo hizo. Se quedó quieta, con la puerta sin cerrar y los ojos más abiertos que nunca. Su corazón amenazaba con salírsele por los oídos. No sabe cuánto tiempo estuvo así. El suficiente como para ser capaz de caminar por toda la casa hasta llegar a su habitación y comprobar que no había nadie. Ni allí ni en ningún rincón de la casa. Repasó minuciosamente cada lugar y comprobó varias veces que era imposible que hubiera alguien allí.
No sabía qué pensar.
Se acercó a su ventana. La observó durante horas. Estaba abierta. Estaba cruel y horriblemente abierta. Sintió una tristeza enorme de pronto. Pensó en aquella sombra. Ya no sabía qué había visto. Ni siquiera sabía quién era ella, y qué representaba para ella aquel espacio.
No durmió aquella noche. Y posiblemente no durmiera ninguna noche más.
No tenía miedo. No le asustaba que alguien pudiera volver, o en todo caso entrar en su casa. No temía que hubiera desaparecido algo. Lo único que le perturbaba, que le quitaba el sueño y otras cosas que no se dicen de uno mismo, era el hecho de que aquel horrible sentimiento se cumpliera. No quiso cerrar aquella ventana durante mucho tiempo. Esperaba que, ya que había perdido parte de ella misma y ya que sentía su cuarto y su casa menos suya, e incluso a ella misma menos suya, al menos aquel sentimiento se fuera también con todo aquello. Pero no fue así. Aquella sombra siguió detrás de aquella ventana mucho más tiempo del que ella supo. Y cuando volvió a ser capaz de intentar recuperarse a sí misma y volvió a coger aquel ascensor, lo entendió. Aquel espejo que ahora estaba roto le contó todo lo que nadie le podía contar.
Y aquel día, Oniria brilló.

miércoles, 26 de junio de 2013

Yo estoy en ello

Desde mi anarquía vital, donde las cosas son más cosas si están en el suelo, donde la luz es capricho y el negro es anécdota vestida de color sepia, te miro con recelo y cierto resentimiento. Con la columna clavada en mi miedo y la espalda curvada te pido que no lo hagas. Sentada sin estarlo y encerrada en tantos cuerpos vacíos te escucho y te sufro. Pienso a solas, como cualquier ser pensante, como cualquiera que se levanta y sólo ve un suelo, y sólo huele café, y sólo quiere dormir. A eso me comparo. Y poco más que el subsuelo soy. El submundo, el subexistente espacio que resuena en las paredes del corazón de quien me busca. La agonía en un rincón. Y reluce como nunca. Todos estamos pero nunca somos, y cuánto tiempo pasa entre suspiro y suspiro. Sin explicármelo, sin entreleerme. Viéndome y haciéndome como se te antoja. Decidiendo cuándo ser y cuándo dejarme entrar y decidiendo hasta la última sonrisa del día. Despidiéndote sin dejarme despedirme. Prematuro echar de menos en madrugadas llenas de suicidio. Suicidio que brota de esta sangre, de esta herida, de este cuerpo.

Siempre a medio hacer. Siempre a medio estar contigo.
Siempre con la tristeza en los ojos. Y qué poco me miras.



A veces me borro cuando todos me dibujan. ¿Y quién me pinta entonces?

domingo, 9 de junio de 2013

Querer no querer querer ser.

Que alguien del saber más allá en donde la vista desfallece por el capricho de la lejanía y la ignorancia me diga si esto es noche. Si esta niebla está realmente aquí o proviene de mi sangre. Si este sentirme yo es de alguien y lo he tomado prestado como quien toma otro cuerpo y lo hace suyo en un mismo respirar.
Pido con todo mi onírico estado que alguien corte mis labios y los separe para conservar algo de mí después de tantos despertadores. Despertadores que poco tienen que despertar, que rescatan del descuido a lo que huye entre estos cuatro límites que son mi cama y que distancian lo que nadie sabe de lo que todos intuyen y hasta contemplan si les permito venir. Y lo que huye, huye por costumbre, por abandonarme, por querer no querer querer ser. No puedes no entenderme.
Desde una parte de mis labios pido que dejen de cantar aquella canción que resuena detrás de mi cara. Voces al unísono, y una sola para esta carga. Corro hasta el suelo y señalo lentamente hacia el origen de la canción. Fundido a negro. Y a la derecha aparece semitransparente una sombra desnuda. De pronto mi dedo toca el suelo y este se rompe. Entre negaciones y trozos de imposibilidad caigo al vacío.

Deseo desahogarme, des-ser, deshielarme, deshacer, desdicharme, desaparecer, desamarte, desquererte ver.
(¿Para qué despertarme sabiendo que hoy no te veré?)

Es tan de noche que pido que la sangre derramada se torne tu pelo y pueda así brillar por su condición de mi luz diaria que contemplo en secreto con el cariño más dulce que vas a conocer y que deconoces por despreocupada. Pero nada pasa.
Y el tiempo también pide pasar, y él es preferente y poderoso. Nos juega con noches en vela, y alegrías,  y compañías que vienen de muy lejos para quedarse muy cerca. Se hace entonces de día. Y la luz que traspasa mi ventana a entremedias tiñe de mañana lo adormecido.
La niebla es olor a vainilla (romántico cuando vienes y no eres solo en una cama). Los despertadores se quedan en un Dancing in the dark. Aquella canción tan hostil en la noche es un regalo esperanzador de pronto. Mis labios vuelven a ser labios, pero no te preguntarán qué es de tus mañanas. La sombra es sólo anécdota y se transforma en la silueta dibujada en el espejo de mi cuarto. Mis dedos ya no esperan un reencuentro con el suelo: se vuelven cómplices de mis actividades alegres. Ni siquiera existe toda aquella sangre con la que mis pies crearon tantos y tantos rastros hacia el abandono personal.
Ya no pido nada. Te doy la espalda en cada gesto.
El día llegó y tuve que despertar. Y tuve que decidir. Y aquellos puntos suspensivos me hicieron pensar que te herí, y eso sólo me hizo apretar mi muñeca y sangrar de nuevo para comprobar así que la noche jamás se disfrazaría del todo. Tu nombre escrito en el nacimiento de la gota que recorrió mi brazo hasta teñir de rojo mi cama. ¿Y dónde estaba yo en tu dolor?
Escribo esto sin querer querer ser.


La tarde es otra historia.

jueves, 30 de mayo de 2013

Debe (no) haber

Debe haber suspendida entre orgasmos y alcohol una historia que nos una y nos aferre al por venir. Discreta y densa. Por las noches muda y en la tonalidad de las vías de tren anunciando encuentros por las mañanas. Por las noches con el hambre en los besos y con la textura del café por las mañanas. Y entre medias, cuatro cigarros y un buenos días que recitas para todos menos para nadie, y nadie es yo. Yo que miro, y por cada nube, un fragmento de tu anatomía. Yo que escucho, y por cada tic tac, uno de tus poros. Yo que rompo, y por cada corte, una cicatriz en mi te quiero.

Debe haber todo un siglo musical, historia sonora, extensión de nuestros monólogos. Tanto debe haber construido y creado que ya te has despertado otra mañana sin pensar en ello. Cada gota de ese agua que resuena en tu ducha es un microsegundo de la historia que sin conocer nos ha traído hasta hoy. Escucha cómo desaparece.

Pero hoy el dolor ha sucumbido. No hay canción ni lección en todo esto. No hay banda sonora para el sangrado de mi alma. No hay historia, ni siquiera en forma de agua que no volverá. Ni siquiera en tu cama.

Hoy sólo arde mi muñeca. Hoy sólo soy lágrimas convertidas en vapor al contacto de mi brazo con el agua ardiendo. Hoy sólo existo yo y aquel metal horrible tan íntimo en las noches de desahogo personal. Y en desahogo queda esto.

sábado, 25 de mayo de 2013

Millones (y aunque seas uno)

Desaparecí sin querer. Las sábanas estaban hechas de años. Cada hilo era una foto, o una canción, o un diario que en su día provocó tantas y tantas ganas de cuidarse. El frío más horrible recorrió todo mi ser. Vagué por la pesadumbre tanto que perdí la noción del tiempo. Porque el tiempo desfallecía cada pocas palabras arañadas en los vértices del vacío. Escalofríos deambulando por la cúspide de las sombras musitaron silencios. Caras del pasado me gritaron, con las uñas clavadas en mis brazos dibujando rastros de sangre en mi piel conforme recorrían mi cuerpo, cosas que creía haber ausentado de mis constantes evasiones. La solución que creí perfecta se ahogó en la imposibilidad y en la cordura. Ni siquiera sabía cómo salir de la realidad y pretendía convertirla en lágrimas anónimas y perfectamente conocidas que probablemente preguntaran cómo, dónde y cuándo, y no por qué. La oscuridad aparecería al alba desconociendo la luz que consolaría a la vida. Teñiría de incertidumbre mis antiguos pasos, desde mi infancia hasta mis no-mejores días, y se asentaría en el día a día de mis más cercanos conocedores. Pero dejaría de ser. Después de todo vivimos con nosotros mismos, y nos iremos con nosotros mismos. ¿Y qué somos sin lo que somos?

El tejido se cubrió de sangre. Casi creí ser sangre yo misma. La evasión vino y sólo quiso ser cómplice de mi dolor. Pero ya no lo quería para mí. Ya no me reconfortaba. De entre confesiones entrecortadas, cortes sin profundidad y profundidades íntimas pretendía resurgir. Ahogué mi cara. La borré como pude a base de golpes. Dejé de verme. Al fin y al cabo nunca había sido nadie de verdad. En el pasado había jugado a serlo y a creer que existía e incluso que alguien vivía por mí. A creer que algo de esto importaba de veras y no se perdería como sé que lo hará. Pero la ilusa que reconocí entre las sábanas reposaba ahora en forma de sangre y golpes sobre una muerte sin construir. Y acabé por creer de verdad en todas esas sombras. Y acabé por querer dejar de verme de verdad. ¿Quién quedaba en esto? La burla de la noche resonó en el vacío. Tendida sobre mí misma, con medio cuerpo muerto y la otra mitad casi sin presencia alguna, desfigurada y deshecha, alcé la mirada. Y todo se tornó lento y rápido a la vez. Me vi en el reflejo de tus ojos estando tú allí arriba, rodeado por la luz más ínfima que había visto nunca. Reí al verme. Y sé que fui feliz.


Sí, fui feliz. 

viernes, 24 de mayo de 2013

Can I waste all your time here on the sidewalk?

No sé por qué me extraña verte entre todas las cosas que destruyo a diario entre delirios y nostalgia.
La habitación está azul. No hay luz por ningún sitio, excepto entre mis manos. Pero estás demasiado lejos como para poder atraerte hacia mí sin que desaparezca todo lo que he conseguido atrapar para poder ver frente al espejo mi deshielo personal. Tengo cita con las horas oscuras cada silencio entre frase y frase de nuestras conversaciones. Pero no te quiero aquí.
Podría inundar nuestros problemas con todo lo que me sobra de mí misma, bañándolos de lo que se evapora cuando no contemplas mi cambio de estado. Podría inundar hasta el vacío que me haces sentir cuando llenamos los días de escenas que revivir.

Mis horas oscuras son tan poco mías que a veces creo compartirlas. Pero no haré lo mismo con esto. No te lo llevarás.

¿Y para qué contestar ya? Se han ido todos.
Si me escondo en el ascensor nadie me encontrará jamás.
Y gritaré y lloraré con los labios más que nunca, y sé que no apagaré las luces de mis manos. Me taparé los ojos y espero cegarme así. Me desharé con toda mi esperanza y toda mi oscuridad esencial, y espero entonces que nadie venga y me dejen dejar de ser.
Y entre la horriblemente amada gama cromática azul, entre la nostalgia, entre las horas oscuras y entre la angustia que guardan las paredes de este ascensor, brillará una luz. Todos la verán, pero sólo tú huirás. Te perseguirá y siempre permanecerá en tu retina, como mi cuerpo levitará entre el agua de este deshielo.

Y sé que cuando hayas corrido durante horas y sientas que estás lo suficientemente lejos de todo, recordarás la melodía de esta canción y llorarás. Llorarás, y cada lágrima que recorra tus mejillas estará hecha del agua en la que aún levito mientras escribo esto.

Evapórame.

domingo, 19 de mayo de 2013

Into dust

Aquí sentada, sin frío que me oxide, sin fuego que me consuma, sin tiempo que me deshaga y sin que ni siquiera estés cerca, te cuento las historias que te relaté y no escuchaste. Aquellas que perfilaba y mimaba en mis encuentros con la distancia de tus manos al agua de mi bañera. Aquellas que recitaba en silencio de camino a nuestros encuentros y que repasaba mil veces en mi cabeza, imaginando que al escucharlas caerías sobre mis pies, y luego te repondrías, porque así eres tú, y me querrías un poco más sin yo saberlo. Imaginando que te dejarías ver de verdad aunque fuera durante unos segundos para después volver a sumergirte en mis continuos intentos de intuirte. Imaginando que por fin cederías, y todos los lloros y todas las súplicas serían sólo anécdota al lado de nuestros días, que desfilarían con la misma gracia con la que abres los ojos por primera vez todas tus mañanas. Y presumiríamos juntas con la nostalgia en los ojos de separarnos y, aún así, de entendernos, de conocernos, de sabernos.

Pero nuestros encuentros se tornaban breves. Mal nos quería el tiempo. Y tus acontecimientos dibujaban los pasos que te llevaban hacia ese horrible metro, tan vacío los domingos por la tarde como me quedaba yo al despedirte.

Todas las historias me las quedaba para mi cama, y las encerraba en forma de canciones que más tarde usaría para revivir la esperanza de que al menos, escuchándolas, salvaría una parte de las cosas que me quedaban por decirte en cada uno de nuestros encuentros. Pero ni cien millones de canciones podrían compensar todo lo que yo moría con cada adiós. Si bien eran pocas las horas que pasaban hasta volver a verte, me consumían y se me hacían insufribles. Mis historias me pesaban tanto que me pedían convertirlas en pequeñas líneas que no podía saber si leías o no, si entendías o no, si sufrías o no. Y se acumulaban en forma de escritos que deseaba poder explicarte y recitarte mirándote a los ojos. Pero todas esas historias pasaban de ser mi realidad a ser ficción. El día a día nos pesaba y nos alejaba de vivir lo que deseábamos vivir de verdad. Nos levantábamos, caminábamos despreocupadas. Elegíamos caminos distintos, veíamos paisajes distintos, escuchábamos canciones distintas, pero teníamos el mismo destino. Y yo tu sonrisa clavada al pensamiento. Y todo esto se repetía y se repite hasta hoy. Y sé que esta noche alguna historia revivirá en mi corazón. Sé que desearé enseñarte cualquier parte de mi vida, que desearé revelarte cualquier secreto de mi pasado, que desearé contarte cualquier cosa de mi ser que consiga hacer que me conozcas. Pero nunca lo escucharás. Me verás conservarlo desesperadamente, pero para cuando me preguntes ¿qué?, ya estaré callada y te diré nada con una sonrisa mal dibujada. El presente y las despreocupaciones arrancarán esa historia de dentro de mí y la convertirán en unas líneas que en unos días, si buscas, podrás encontrar. Y entonces vendrá el mañana, y nuestros distintos amaneceres dibujarán en mi mente la escena en la que pienso a diario. Tú a un lado, yo a otro. Tu nombre en una esquina, el mío en otra. Y nuestros caminos, paisajes y canciones diferentes, en paralelo. El destino jamás aparecerá. Está escondido en las historias que jamás volverán a mi corazón.

lunes, 13 de mayo de 2013

Pain solo

Voy a escaparme de este delirio ínfimo (no me creas si me has mirado de verdad). Voy a escaparme y vas a ver cómo huyo, cómo salgo de mis pesadillas, de mi trastorno insano, desconocido, corrosivo. Voy a retorcerme sobre mí misma, a contraerme sobre mi prematura muerte, a dejarme sobre esta calle. Después de esto poco quedará de mí. Voy a caminar a golpes, y llegaré a tu puerta. Ni promesas ni conclusiones, ni despedidas ni argumentos; sólo tu puerta frente a mis pies. Voy a distraer tus pensamientos, a encantarles, a sufrirles. Cuando no puedas más, voy a romperte. Voy a violar tu holgura. Voy a matar tu oscuridad, esta ante el pánico se expandirá y espero que con ella, termines contigo misma.


Y cámara hacia atrás.


Y yo sobre mi propio cuerpo, observándome desde fuera sin poder verme, conteniendo la vida y perdiendo el aliento, dándome la espalda enfrente de mis miedos, cayendo de mis manos hacia mi fin.


Pausa.

domingo, 12 de mayo de 2013

Mar

Las palabras están en el agua. Suspendidas en forma de vapor, llorosas en forma de gotas, puras en forma de lago, hirientes en forma de cascada. Nacen en la boca de tus ríos de sangre, crecen con nuestros menos y se transforman en lianas acuosas de pasión con nuestros más.
Se rompen a las pocas travesías y sollozan hacia mil direcciones distintas, expandiendo la pena, por si pretendía huir de ella. Su ruido contrasta con el silencio de mis gritos. Digo mil cosas sin salir sonido alguno de mi boca.

Reposa a mi costado quien supo traducir mis mares más inmensos, más plenos de prosa y de lamento, más reales, y éste explica qué odio es el que sale hoy a relucir de mi maltratado subconsciente. Subestimo su valía, su compañía y sus traducciones, que a veces observo mientras nadie mira para entender así mejor todo lo que se halla en mi lengua, y más que en esta, en mi propia alma. Y entonces despierto casi sin moverme y sé que ya se ha ido. Ni siquiera me inmuto. Permanezco allí, con los ojos abiertos, yaciendo sobre mi muerte viva.

Impulso del pasado, recuerdo renacido, y entonces ando. El mar en el horizonte, dibujado como un capricho de cien vidas. Tu río me habla: "ya nunca nadie volverá a bañarse en él."

sábado, 11 de mayo de 2013

Mucho sol y poca luz en esta mi habitación

Retazo de mujer,
cuánto te alejas del triste.
¿Qué más debo pedirte para que no me duelas más?


Me preguntas si estoy.
Te digo que a medias.
¿Dónde estás, que no me escuchas llorar?


Allá en los días
en los que quise ser más fuerte
debilitaste hasta mis dedos.


Ni congoja, ni quebranto
cupieron entonces;
hoy son llanto de mi llanto.


Herida perecedera,
vino y fue como tus ojos,
hueca dentro, llena fuera.


Poco eres y mucho pesas,
 pues desdichada te conozco.
Bien te ven, mal saben.


¿Que no soy yo algo menos que tuya?
Estribo que nos separa,
que subo y a menudo pierdo.


Me tomas por insulsa,
contraste con la avidez
que guardo en esa esquina.


Deshecha quedo, 
ya me ves.
Ni sonido ni gracia que me salve.


De mi frío banal
a tu descosido existencial:
¿cuántos escritos para deleitarte?

martes, 7 de mayo de 2013

Gravediggress

Y en realidad, te prefiero así: lejos. Sin que puedas ver mis cicatrices, sin que puedas leer entre líneas mis miradas. Pensándome como extraña, como difícil, como de nadie. Prefiero que no me mires de verdad y que no entres en todo esto. Que todo esto sea inaccesible, que lo tengas que explicar en voz baja. No soportaría que llegases a intuirme. Que pueda salir de tu vida tan fácil como entré en ella. De veras, lo prefiero. Por hoy te agradezco que no sepas sernos.

domingo, 5 de mayo de 2013

Pegada a la pared

Esta noche no será nuestra. ¿Quién te la quitó a ti?

Te espero igualmente donde no quieres que esté. Donde me borras cuando vas pero nunca vuelves. Te espero mientras el tiempo, las desilusiones ilusionadas y las frustraciones pasan por delante de mis ojos, cubriendo el paisaje de días en forma del color de tu nombre tachado.
Me cansas de esperar y te sientas lejos, pero conmigo. Me quieres en forma de abrazos nunca dados. Me tienes casi tanto que a veces no tengo nada más.
Te contesto mientras dejo de sentir mis sentidos que a mí esta noche no-nuestra me la quitó un don nadie que juega a ser conmigo sin el verbo, y conmigo ya estoy yo. Mi cuerpo y yo te despedimos mientras mis suspiros te dicen que no ser nunca formó parte de tus planes. Tus planes se evaporan y con ellos mi dolor.

Tengo una frase escrita para ti, atrapada en nuestros olvidos y escondida en nuestros recuerdos. Tengo un hasta mañana para crear mis días más tristes.
Mío es todo eso y poco más. Mío para siempre. Porque esta noche no será nuestra, y puede que no lo sea ninguna más.

viernes, 3 de mayo de 2013

De mi cama a la tuya

Buenas noches, que ni buenas son tus palabras al decirme lo que te soy, ni noches dejas que sean llevándote contigo la luna, diciendo que está demasiado llena, que vas a vaciarla. Siéndote suya de pronto eres más pequeña. Te dejas ver entre un destello y un silencio astral. Te duerme por necesitarla y hacerla tuya en secreto, quitándome la calma nocturna que te confieso cuando callas. Entonces me miras con tus párpados cerrados, que a veces recitan tus sueños y otras reclaman mis labios. Me miras y me despido de tu encanto. La luna deja de ser luna para ser nosotras, y nosotras dejamos de ser dos pieles que se viven para ser un mucho que cuando duermes es nada y cuando nos quiero es todo. Te nos llevas porque así lo quieres, y me gritas con besos que me tienes tan adentro que ni la noche me atrapará.
Somos luna y no dormimos. Que nadie nos despierte de estar despiertas.

Buenas tuyas, noches mías.

martes, 30 de abril de 2013

Por inercia

Me alejaré de mí. Recogeré del suelo recuerdos vivos que insisten en quedarse conmigo cuando ni yo misma quiero soportarme. Desearé que haya tenido un buen día sólo por saber que algo dentro de mí ha sabido apreciar unas horas insignificantes para cualquiera y a las que hoy no he prestado atención cayendo en el suplicio de ser esclava de mi ignorancia y mi poco amor propio. Le contaré que sólo cinco minutos me han dolido y se me han hecho de nadie, llorándome y sabiendo ser sin ser míos. Odiaré las malas decisiones y el tiempo perdido al ver que con un sólo "no" sabe que he llorado. Haré que los días se conviertan en malas noches y las noches dejen de ser mías. Sabré que lo sabe. Agradeceré sin querer que me conozca. Volveré atrás medio a oscuras para ausentarme del día a día y de lo incapaz de ser feliz que me haces ser, para ser yo misma de nuevo, para recuperarme de lo que me salvó y me mató al mismo tiempo, para saborear la felicidad más imposible y más bella que he vivido jamás. Callaré que no sé no quererle y que sé no quererte.


Te asustaré, y nunca querrás volver a quererme.

martes, 23 de abril de 2013

Don´t die in me

Borrarte a base de miradas vacías.
Anoche fui yo misma. Me quise más que en todas las lágrimas de mi vida. No te esperaba, pero sólo porque sabía que no vendrías. Y es que nunca vienes, ¿lo ves?

Y antes de que estas palabras recorran tus ojos y desaparezcan de tu mente, regálame tu atención. Imagíname a tu lado, con la mirada perdida, sentada de cualquier manera. Imagíname como sueles encontrarme a diario y sin embargo como nunca te paras a mirarme. Tus muchas preocupaciones y despreocupaciones te alejan de mí y te mantienen viva. Te veo muerta constantemente, en cambio.

Gírate y mira a través de mí. Sabes que hay más, que hay mucho más. Sabes que no hablo en vano, sabes que no te miro en vano. Sabes que no me río en vano. Pero te pierdes. Te pierdes en tu pretenciosidad y en lo que has creado, a lo que llamas "yo".

Me levanto y voy a cualquier sitio. Camino sola. Me olvido de ti, de tu voz, de cómo gritas, de cómo hablas constantemente muchas veces sin decir nada. La ansiedad habla por mí cuando te pregunto cómo estás, esperando vacía tu respuesta. Incluso a veces te espero en mi interior. Suspiro, canto, me río. Pero por dentro ardo toda yo, incluso mi temperatura corporal aumenta. Te espero con todas mis ganas y con todas las canciones que tengo para regalarte. Pero tú nunca vienes. Algo en mi interior se quema.

Callando silencios entre nosotras. Esperando todavía que sepas por qué quiero que le demos vida a esa canción.

Me miras sonriéndome, y yo llorándote con la mirada. Y no vienes. Nunca te acercas para preguntarme si te necesito de verdad, si mi mundo se desvanece o si simplemente estoy aprendiendo a quererte. Nunca me esperas tú a mí. Sabes que mis manos se prenden, que mis sentimientos se incendian. Pero te quedas callada. Que me mires no me salvará.

A veces te llamo. Creo que dejaré de hacerlo. Nunca vienes.

lunes, 22 de abril de 2013

Días descuidados

Digamos que tu vida no me importa y que huyo. ¿Estarás?
Digamos que entre besos no quisiste conocerme y que me rompí. ¿Estuviste?
Digamos que ese metro no pasó y no existí y tú dormiste. ¿Estás?
Digamos que nos callo y nos pierdo para siempre. Estar no existe. 
Estar no es verbo sin sujeto.

domingo, 14 de abril de 2013

Míamente

Silencio. Hoy no es noche de dormir. Hasta los insomnes necesitan voces dormidas y mal calladas y ojos cerrados para vivir y sentir que ellos también son, y que ellos entienden también de sueños y de descanso.
Envidio tu cama y envidio tu almohada, pues ellas te atrapan y te hacen suya cada noche de tu existencia, y conmigo ni siquiera has vivido un minuto de magia nocturna. Existo en tu espacio como existe en tu habitación la luz que apenas entra por tu ventana proveniente de alguna cansada farola que mira con recelo la oscuridad que adueña tu ser y que te rodea, pensando lo bello y dulce que debe ser compartir contigo las horas de sueño en las que nadie te conoce.

Y a mí, que la oscuridad y el silencio me huyen, sólo me quedan escritos para ti. Qué será de ti ahora mismo es algo que jamás existirá en forma de verso, pero estoy segura que será lo más hermoso que vaya a contemplar nunca.

La noche y el silencio serás tú, y yo la inspiración, los ojos cansados y el encanto noctívago. Juntas seremos noches y madrugadas. Y con los primeros rayos de sol, abriremos los ojos y seremos amor. Por cada amanecer que seamos, te escribiré todas las cosas que por la noche necesito decirte mientras te miro por mi corazón y mientras ocupas toda mi mente, y por cada noche que seamos, me cantarás antes de dormir y me enseñarás así a soñar.


Soñemos amaneceres, pues.

domingo, 7 de abril de 2013

But everybody knows that a broken heart is blind

A veces te encuentro en el lugar menos esperado. Me sorprendo a mí misma cayendo sin querer en las cosas que construí con mis propios sentimientos y que tuve que deshacer casi obligada por quién sabe si una estupidez o un acierto.
Siempre que te veo, te pierdo a los segundos. Las primeras veces que te vi me giré con la esperanza de darme cuenta de que todo había sido irreal por mil momentos y que volvíamos a ser los mismos, hasta que tú mismo me golpeaste y te quedaste de pie mirando fijamente cómo caía al suelo. Y cuando alcé la mirada, todavía asustada por todas las cosas que se habían vuelto en mi contra sin ser consciente de ello, comprobé angustiada que seguías ahí, quieto, impasible, esperando mi reacción, intentando adivinar mis pensamientos. Me quitabas parte del interior más mío creado minuciosamente durante años de noches despierta y escritos insomnes. Y tú lo sabías.

Creo que el simple vacío que sentía al pensarnos me hizo perder la esperanza que había creado sin saber por qué. Así fue cómo dejé de vivir atrapada entre un odio pasional y un amor roto. Y así fue cómo dejé de girarme para mirarte y cómo comencé a mirar mis propios pies y los pasos que me separaban de ti. Pero el final siguió dentro de mí.

Me escondí más de dos noches en las que te creíste grande y yo lo supe. Y te escuché hablar contigo mismo. Sin verte te vi. Y viéndote dejé de verte. Porque así te creé, a ciegas, y así me despedí de ti.
Para cuando ya no me escondía, tú habías aprendido a ser indiferente. Te sonreí aunque nunca pudiste verme. Después, me despedí de ti con la mano y te di las buenas noches, mientras caminabas a tu manera y te distraías en tus pensamientos, esos en los que un día reiné y que frecuentaba conocer.
Pero sé que, pasadas varias angustias sin nosotros, no estabas del todo mal. Sé que te despreocupabas a diario y que, aunque por las noches te abandonaras a nuestra lejanía y a nuestra complicidad tan íntima, cada día tenías más vida que el día anterior y que renacías de ti mismo. Sé que nunca quisiste ser cómplice de nuestro final y que jamás se te hubiese ocurrido siquiera formarlo, pero, sin embargo, sé también que en algún lugar de tu monotonía que un día me atrapó estés agradeciéndome que yo sí lo quisiera.

Quizás jamás volvamos a vernos. Quizás te vea mañana. Mientras tanto, vivamos sin ti y sin mí una primera y última vez.

Te quise.

jueves, 7 de febrero de 2013

Want her, have her

Escondido en mil partes y a la vez en ninguna, hallé en mí un descuido final que concluyó las últimas líneas de la canción que empecé hace cien despedidas y cuatro reencuentros. Y con esas lineas pude entender lo que me afligía: la atrocidad más lejana que podría haber imaginado nunca y que ahora era real estaba siendo traducida en mil idiomas. Y sin entender yo alguno, formé parte de todos. Palabras que nacían y crecían para morir en mí. Escuché todos estos idiomas con gran atención, y fue así como el fiel deseo que antaño me complacía feneció en mis propias manos. Sin creer del todo que continuaba siendo partícipe de mis propias decisiones y de mi vida misma, observaba el curso natural de mis días y mis sentimientos. Con esta observación pude entender la esencia del destino.