miércoles, 26 de febrero de 2014

Cómo sobrevivir sin ti: Día primero

Hoy al despertar sabía que ya no éramos. Algo desgarrando mi cama me lo contaba mientras dormía. Por ello he abierto los ojos, y los he vuelto a cerrar.
La realidad me inquieta. He olvidado lo que es sentirse sola y no tener confesor. Lo que es vivir sin el abrazo diario que ha sido tu momento más bello del día, la sonrisa de los días que pesan. ¿Cómo sobrevive la gente sin tener a alguien a quien hablarle antes de dormir?
Cada día tendré mayor necesidad por escribirte. Resurgirán todos los pensamientos que había apartado, todos los sentimientos condensados, todas las cosas que me quedan por decirte.
Yo, hoy, ahora, podría escribirte una carta de amor y no sabrías si hoy es hoy o de pronto es diciembre y somos. Y felices, también.

Sólo estoy en la bañera porque acostumbro a llorarte aquí. Porque he decidido que aquí será la primera vez donde realmente sienta que no estarás jamás.

Duele ahora la vida mientras pienso en ello.

Cómo matarme la esperanza

Hoy te esperaba.
Escuché la puerta cerrarse y pensé que serías tú.
Abrí los ojos deseosa de que fueras tú.
Imaginé un futuro en el que cada día, fueras tú.
Y entonces casi desperté de un sueño viendo que no eras tú.

Ojalá, ojalá hubieras sido tú.
Ojalá hubiera vida para nosotras.

domingo, 23 de febrero de 2014

Realidad 1ª: Out of my head

Supongo que es cuestión de olvidar.

De borrar lo dibujado, de descreer en lo que creías, de quemar cartas, odiar días, despedirse de camas.
De matar la ilusión, de enamorarse del desamor, de matar la vida, llorar hasta que deje de doler.

Negar mil veces con las lágrimas en las manos.
Suspirar. Dejar la ira correr, después el odio, después todo el amor que te quitas sola, después los besos.
Es desnudarse de alguien.
Arrancas su pelo de tu hígado, tan lentamente que agonizas.
Lloras su saliva. Sus manos en tu pecho. Fuera todo.
El amor en tu sangre, y desangrar hasta siempre. Hasta los últimos días de todo.
Hasta irte lejos cada poco, hasta lo que no sabes que escribes.
Sangrar siempre, siempre el amor. Todo el amor. Se vierte, se derrama.

Los minutos corren deprisa, mientras escribes. Hablas. Comes. Abrazas. Alguien te mira, te ríes. Vives. No quieres, pero vives. Vives sin los mapas, sin el libro aquel, sin el país aquel que ahora odiarás. Sin aquella parada de metro, sin canciones, ni esa película. Sin el alma, vives. Sin la sangre que tanta vida te ha dado. Que tantos besos te ha dejado conocer. La misma sangre que ahora es ella. Ella es sangre, y sin ella mueres. Y la dejas ir. Que se vaya. Lejos. La quieres cerca, pero se va lejos. Se desangra ella. Y la sangre, también.

¿Tiempo? Deseas aferrarte a que pasará rápido, a las horas felices que serán pocas, a los días horribles que te entretendrán de sufrimiento, a las preguntas que matarán algo de ti, al nombre impronunciable, latente, sangriento, que te nombrarán mientras tú lo desechas noche a noche en tu cama, cuando todos saben que no duermes, que vas a sufrir, que pobrecita, ella que reía, que hablaba tanto, que siempre soñaba."El amor aquí, y allá, y ella es tan guapa, y anoche soñé con ella, y la otra tarde fuimos a sentarnos en aquel banco, y sólo viendo el tiempo pasar estuvimos horas. Sólo el tiempo, pasaba el tiempo, y ella conmigo. ¿Y yo? Que me hablen de vidas; yo la tengo a ella."
Ya no, ya no. Pobre. ¿Quién le advertiría? ¿Alguien cuidó de que no llorara por las mañanas, cuando la vida se le hace un poco más fácil y más bonita? 
Lo contarán en el mundo entero, cada uno con su nombre particular, sus marcas para siempre en la piel, de abrazos y dientes, y sus sitios favoritos.
Todos lo contarán. Tú contarás la gente en el autobús que habrá vivido lo mismo. Te llorará el alma, el corazón, las manos, el pelo, los pies. Todo llorará. Y de noche, a sangrar. A deshacer historias, sueños, nombres, familias. Una vida entera a sangrar.
Anunciará la noche tu muerte despacio. Nadie irá a verte: todos sabrán que has muerto. Seguirás cantando. La lágrima aquella llegará hasta el suelo. Lo pisarás pensando: aquí yo hace veinte noches la tenía. Cuánto dirás, cuánto pensarás. Cuánto vas a sangrar.
Vas a sangrar todo menos la esperanza. Vas a intuir que está detrás, que te espera aquí y allá. Que va a venir a verte. Que va a coger toda tu sangre y va a volver a besarte mientras tú vuelves a respirar, y todo aquello de la cama y del amor platónico del que no te curas nunca. Aprenderás a desesperanzarte. Lo harás mientras te ahogues cada tarde-noche en la bañera. Y tus canciones se ahogarán contigo.

Es cuestión de olvidar, de tiempo. Te van a doler los oídos de escucharlo. ¿Qué vas a decir tú? Lo has temido desde que dejaste que naciera a tu lado y que te llorara en el hombro, y desde que empezaste a estudiar su pelo y lo mal que te quería.  Lo has creado todo. Destrúyelo ahora.
Y luego a ti.

Es cuestión de olvidar: de olvidarte de vivir, hasta volver a saber cómo hacerlo.


Tan sólo me falta mirarme y pedirme perdón

Acostumbrada a echarte de menos cuando todavía eras algo más que mía,
ahora que sólo el aire me acompaña, no sé echarte de más. 

miércoles, 19 de febrero de 2014

Cobardía vital.

Al límite del precipicio.
Sin camino, sin canciones, sin cuerpo ya.
Me destiño con el roce del agua. Me dejo ahí. Me confundo con el aire. Todas las cosas que no puedo arrancar de mí se quedan en el suelo de la bañera. Caen por su propio peso. Allí, en el fondo, parecen más pequeñas de lo que las sentía.
Con todo eso de menos, ya no soy. No escribo. No quiero. Nada.
Soy agua. Colores, la canción, todo en el fondo. El precipicio a lo lejos, con sombras sentadas, con puertas abiertas y anónimos que recuerdan que el mundo sigue funcionando. Ya no hay mundo para mí, al menos. Y ya no escribo más. Soy. No soy. ¿Qué hice ayer?  ¿Lloré con alguien? ¿Hay autobuses en la muerte?
Los ojos (¿qué ojos?) ya no miran, no ven. No toco nada. No oigo nada. No siento nada en mi pecho. Ya no tengo pecho. Ya no hay móvil. ¿Cómo huiré?
No hay luz. No hay nadie. Sólo pienso. ¿Qué hay si sólo pienso? Pienso, vivo todavía, todo se ha ido, y yo lo sé. Lo puedo saber. Ojalá no lo supiera. "Date la vuelta y huye. Camina hacia la carretera. Corre. ¡Salta! Ya has muerto." Pero los pies no marchan. No hay pies. No hay carreteras. No hay muerte, ¿o soy muerte? Ya no escribo. No puedo. Sólo pienso. Yo sola, oscuridad, y sólo pensando. Imágenes, vivas, tan vivas que siento mi pensamiento llorar. Pero no hay más.
¿Moriré de muerte? Jamás viví de vida.

Secuestrada en mí misma, obligada a sólo pensar, a la muerte sin morirme. Es lo que tengo. Me desgarro el pensamiento, me araño mis recuerdos, sangran mis nostalgias.

Sola. Me destiño en la bañera del precipicio. Me ahogo de oscuridad, de no-existencia. Me muero de muerte.

Adiós.

viernes, 14 de febrero de 2014

Ojalá pudiera justo, ahora mismo,  escribir mi último texto.

Que me busquen entre sepulcros, entre tumbas, entre arboladas, entre ríos, entre el mar Mediterráneo entero. Entre la propia muerte.

jueves, 13 de febrero de 2014

Febrero: Testamento

Oniria está triste. Ya no canta canciones alegres. Ya no sonríe en el autobús. Ya no le encuentra la belleza y el placer al vivir.
A veces piensa que alguien la cogerá del brazo y le dirá algo que la hará volver a respirar tranquila. Que alguien la abrazará en ese preciso instante. Que alguien de entre tantos la llevará a donde necesita estar desde siempre. Que escuchará de nuevo "será un encuentro inesperado en noche azul..."
Oniria escribe de ella en tercera persona, intentando escapar de su realidad. Intentando que todo aquello le sea ajeno. Una lectura cualquiera, anónima y silenciosa.
Oniria duerme cuando todo le duele.
Nada le quita esas ganas de llorar siempre. Canta, y sólo canta tristeza, y las lágrimas le nacen en los ojos, en cada ojo, uno por muerte y otro por vida. Todo le llora. Todo se llora. Se llora ella misma. Hasta la vida se llora.

Oniria escribe con su canción, mientras piensa que jamás tendría que haberla compartido, que hay cosas que tienen que quedarse en las pestañas de la intimidad. Piensa también que su pelo huele bien y que no se ha dado cuenta ni por el viento húmedo por sus lágrimas ni por los abrazos. Y que a veces le sobra todo.
Oniria cierra los ojos una noche más, una noche sin nombre. Como ella lo será algún día. Una noche sin nombre. Tan breve, intensa y anónima como ella misma.
Oniria está muriendo. La vida se le muere. Y la noche se acaba ya.

Se te acaba la noche, Oniria.

lunes, 10 de febrero de 2014

Febrero: Belice.

Un día me iré. Me iré de verdad.
No sé si me ves del todo capaz.
De cambiar nombre y edad
Y si me encuentras decirte: ¿de quién me estás hablando?
No, no, no, no, no lo haré jamás.
Me falta valor o fuerza vital.
¿De qué me sirve salir de esta inmensa ciudad si de quién pretendo huir seguirá dentro de mí?  Eras tú, y eres tú.
Si puedo escapar es con la mente.

domingo, 9 de febrero de 2014

Mi madre está enferma

Mi madre está enferma.
Lleva tiempo tumbada.
Moquea. Se duerme.
Despierta. Me habla.
Pregunta. Me mira.
Yo le digo nada.

Las noticias de fondo informando.
A mí no me importan.
Las oigo sorda
mientras mi madre escucha
y me habla, y yo ausente
le respondo nada.

Me mira de nuevo.
Mientras camino, me habla.
Se queja del frío
de que esté enferma,
de las noches que pasa
y todo lo que yo hablo es nada.

Pregunta por todo,
por lo que tengo y lo que no,
por lo que vivo y lo que muero,
hasta por mis sueños pregunta,
y por poco, o por mucho
pronuncio nada.

Está sola ahora;
he dejado su compañía.
Atravieso el salón
mientras el frío abraza las cortinas,
mientras mi madre apaga el televisor
y ya no se escucha nada.

Me giro, me detengo, la miro,
y escucho cómo me dice
si no seré yo la que esté enferma
de tristeza y de lo que callo
y confieso que estoy enferma,
que estoy enferma, pero de nada.

sábado, 8 de febrero de 2014

Febrero: Cadena perpetua.

En estos últimos días he frecuentado algún café, algún restaurante, algún colegio antiguo, alguna calle llena de historia. El viento me ha golpeado la cara. El autobús me ha resultado más plácido que mi propia cama, fría cada mañana, abandonada y desagradecida. He estado sola, he tenido compañía. He mirado al techo buscando un único motivo para continuar viviendo y no abrir la ventana; he tenido conversaciones banales y que ya he olvidado. He descubierto canciones, he roto con algunas del pasado.
En estos días he sentido mi corazón como una silueta construida por hilos, y he sentido algo dentro de él rompiendo algunos. He creído escuchar el sonido de un hilo ya roto, ya ajeno a mí, al contacto con las paredes de mi corazón cómplice e inmóvil.
Todo se ha tambaleado que ahora me encuentro encantada con cualquier detalle insulso. En la mañana de ayer hallé en un dibujo del mármol de la pared de mi baño una belleza interesante. Esta tarde las miradas de dos adolescentes me absorbían completamente mientras el mundo pasaba a mi lado en forma de calles.
He encontrado en la escritura mi medio de supervivencia. En este lugar tan público y a la vez recógnito que, a lo sumo, no son más que una serie de códigos y números. Y he entendido que  leerme a mí misma es todo lo que necesito. Como escuchar esa nueva canción. Es todo lo que me llena esta noche en la que la vida me parece un poco más carente de sentido y, por una vez, no me importa. Y, por una vez, una película consigue atraparme y sacar de mí una simple aspiración.

Todo esto me hará llegar a algo algún día.

Por el momento, sólo me queda publicarlo, dejar que mi canción termine, y con ella mi estado de vigilia, y todo empiece. Y el día de hoy ruede en el tiempo y se convierta algún día en un vago recuerdo. Deseo que llegue ese día, francamente. Al fin y al cabo, eso es sólo sucumbir al vivir.

miércoles, 5 de febrero de 2014

Febrero: Barcelona

Suelo obligarme a no dormir, esperando que mi sueño se desvanezca conmigo misma, y fundirme así en unos ojos insomnes para siempre. Y es en estas noches en las que quiero dormir y no lo hago por esperar, cansada de que nada ocurra, en las que siento que se me escapa la vida. Y entonces el quererte es más secundario, y la belleza del cielo y de la poesía, y lo que les preocupa a los de aquí y a los de allá, y este frío insoportable que se me pega en la piel... Todo es menos, y se me va la vida siempre, siempre de noche.

sábado, 1 de febrero de 2014

Febrero: Aquel vagón asiduo.

A ratos me pregunto si no es este daño que se me pega a la piel el mismo que has sentido tú a días. Si no es esa prisa que de pronto me corroe al despedirnos la que sientes tú cuando te diriges a aquel vagón asiduo que se ha retrasado un minuto hoy. Si no es esta herida de aquí que jamás sangró aunque pensaras mil veces que sí la que también tuviste tú cuando era verano y éramos un poco más libres o menos ciegas. Si no es esta melodía la que sonaba cuando te llamaba y tú fumabas distraída, y te fumabas hasta las ganas. O si no es esta boca la que hemos besado y con la que nos hemos dormido otras noches (y vidas) más para nadie, más de ir descalzas.
O si, en fin, es esta mente la tuya y por eso dirijo siempre todos mis silencios a ti, y mis momentos para no callar también, y esos de "no pienso en nada", pero siempre en tonalidad tuya, siempre esperando a que otro pensamiento llegue y con él componer una partitura, pero siempre en tono tú.  ¿Entiendes?

A veces siento que me has anulado, que ando como sin voluntad, que el corazón se me ha hecho tan ancho, tan ancho, que soy todo corazón, el órgano más feo de todos, pero donde me dicen que te tengo. Y yo ya no sé si es lo que escucho o es lo que tú dices,  ya no sé si te tengo o te soy. Ya no sé por qué mi música es poco más que tu manifestación sonora, ni por qué la poesía eres tú en verso, y más que no te cuento. Ya no sé si a veces sabes lo que voy a decirte porque ya has venido de mí, porque lo que pienso está ya dentro de ti, y es por ello que ríes cuando yo no veo que me miras, y es por ello que lloras y me duele o me despierto a las 5 de la mañana con la mejilla húmeda. No sé si cuando te digo que te amo siento en realidad lo que tú amas. Ignoro si no lees esto porque ya lo conoces desde antes de ser letra.

Sólo sé lo que dejas escapar de ti, lo que me dejas por vivir yo.
A veces planeo ser yo también un descuido e irme poco a poco. Y que venga el frío y yo ser frío y así morir.