lunes, 31 de marzo de 2014

Tres/?

¿Por qué me obligo a escribirte?
Ya no quiero hacerlo más.

Ya me dueles poco, horrible desamada.
Se van las lágrimas y el sufrimiento, y las canciones tristes de medianoche, y el no escuchar muchas otras que se me hacían tuyas. Ahora las escucho, las canto, las tocan, y me encantan de nuevo.
¿Se me ha curado ya este desamor? Ojalá, ojalá.
Llegará la lluvia y todo se irá con ella por siempre jamás.
Sólo una lluvia más para despedirte.
Tus cartas no son fuego ni agua. Son cartas. Nada más. Arrinconadas, subterráneas, de nadie. Un cadáver en mi armario que jamás revivirá.

Gracias por desquererme; no hubiera podido dejar de ser infeliz por mí misma.

viernes, 28 de marzo de 2014

Dos/?

Todo con lo que solía recordarte: tus palabras, repetidas en mi boca como si de pronto ella se tornara la tuya y dejara así de reclamarte -¡reclamarte!-, las canciones horribles y punzantes, mis propias manos; todo. Lo he deshecho en el nuevo mundo, el que creo, en el que vivo una metamorfosis.
En un intento de matarme, he renacido. ¿Se podía renacer hace más tiempo? Nunca me lo dijiste. Nunca me dejaste.
Dejarme, dejarme.
Dejarme, a mí, dejarme como un autobús que tomas, como un estorbo.
La palabra ronda mi cabeza todavía en esta metamorfosis.
Dejarme, para siempre, como si las personas fuésemos cosas y los te quiero no fueran te quiero y fueran de momento.
¿Qué clase de amor insano has vivido, niña? Te pudrirá por dentro y te consumirá lentamente, felizmente. Vas a ser tan, tan feliz.
No entiendo, supongo, qué hice yo en todo esto. Nadie me avisó de que algún día dejaría de reconocerte y fueras de pronto todo odio y muerte y risas vacías y soledad, y causa de mi resentimiento más dañino y profundo. Me pregunto quién eres cuando te miro desde aquí. Me pregunto qué has hecho conmigo y si sabes qué has hecho. Me pregunto si algún día podrás morirte por siempre de mí, así como tú nos mataste para siempre porque sí.
Rompo las noches, los días, las antiguas horas.
Anoche rompí aquel día en el mar. No lo siento nada, pero supongo que esto a ti te afectará. Ni siquiera comprendes que no soportaba mirarte sin poder besarte. Ni siquiera comprendes que no puedes hablarme cuando quieras. Ni siquiera entiendes que te quiero más muerta que viva hoy por hoy.
Que te entierren bella, como siempre te has gustado, rodeada del daño que has sembrado, de voces que griten todas las cosas que tú jamás me dijiste por cobarde, por ser como eres, y que no te dejen en paz, que te condenen a la eternidad infeliz, así como tú sentenciaste mi infelicidad, mi particular infierno, asegurado cada noche en mi cama, suplicándote, y tú deseando olvidarme, como si fuera un estúpido libro del cual te puedes deshacer cuando dejes de querer, al que poder abrir y cerrar sin explicaciones, el cual pueda romperse en tus sucias manos mientras tú lo miras impasible.
En el nuevo mundo estás muerta. En mi metamorfosis personal no mereces mención.
Me doliste.
Nos mataste.
Te amé.

lunes, 24 de marzo de 2014

Abandono ahora, aquí, para siempre.
No me despido, a nadie le gustan los finales.
Sin saber el por qué, sin nada, me voy.
Que nada me duela en muerte, sólo descanso.
Seré feliz.

Uno/?

El silencio tras una historia que se despide mata y consume a todo aquel que lo vive.
Tras pronunciar la última palabra, aquel adiós, la sentencia, la espera que calla ahoga a cada amante.
¿Qué queda por decir? Piensa. ¿Qué queda por morir? Piensas.
Como último consuelo, último respiro, un abrazo te une a ella de nuevo. Te trae hacia ti, con permiso previo.  ¿Puedo abrazarte? Te mira. Deseas odiarla tanto y no puedes que los ojos te gritan y sólo dices que sí, mientras tus manos inquietas suplican poder contar que huirías de la Tierra por morir a sus pies. Poder abrazarte no, debe abrazarte. Ahora no, como final no. Qué horrible final, te dices. Debe abrazarte cada día de tu vida. ¿Qué clase de amor tan intenso y puro es tan injusto? Todos.
La promesa de los ojos que no engañan, que quieren pero no pueden, que escapan y se cuelan en tu ropa, te desnudan en un segundo para después desaparecer y quedar tú sola mirándola, revive siempre lo que temes tanto cuando dejas que alguien entre en tu vida. Te pierdes ahora porque lo has hecho desde siempre. Porque te has abandonado a sus encantos desencantados y amargos desde hace diez noches junto a ella.
Es mejor. Mejor que todo acabe. El amor debe acabar algún día. Con todos, y con todo. Con la vida, con la muerte, con el propio amor. Conmigo también. Contigo, incansable, ni la muerte. Arrastraría mis lágrimas hasta al propio fin si me dejaras amarte.
El amor, el propio, ensimismado, odioso amor, me ha traído hasta aquí. Soy alguien desenamorada de él, una amante más. Un cuerpo más que sintió, que vivió, que murió de amor. Una historia más de otras tantas. Una víctima más, tantas como noches existen. Un abrazo como despedida.
Así, así de grande es ese silencio. Agonizando, das media vuelta.

Morir de amor ya no queda tan lejos estando aquí, abrazada de desamor a tu lado, ¿no crees?

jueves, 6 de marzo de 2014

Un día menos

Menos mal que te has sentado lejos y no es este olor el tuyo. Olor a amor, a enamorada del amor.
Y que no me ves llorar más. Ya nunca más, un poco menos, a veces casi, pero nunca del todo.
Menos mal que los buses van siempre llenos de gentes, de vidas de gentes, de abrazos, de risas mías, de aquí, de donde yo soy, de donde no salgo o nunca vuelvo.
Menos mal que al volver siempre me alegran los días, que hay familias que no se eligen y las que se eligen aún me hacen vivir más.
Menos mal que siempre sembré cariño y ahora recojo amor, tanto amor que poco conoce de todo nuestro diciembre.

Menos mal que lo días duran veinticuatro horas, y que este ya acabó.