martes, 29 de julio de 2014

Cómo ahogar la ilusión

Mil ríos llenos de piedras, tan cortos como el tiempo que pasa desde que alguien que no te sienta bien entra por tu ventana hasta que te desvistes de él. Mil ríos, cada uno con su respectivo nombre. Uno allá, en donde siempre, atravesado tantas veces, aunque nunca de una única manera como aquellas noches. Otro tan vacío como una cama sin sexo y el sexo sin amor. Otro tierno y cómplice, quizás de más. Otro lejano, lejano y helado, de nadie.

Todos los ríos de este destiempo, entre canciones y cartas y noches y lloros, me han ahogado en soledad.

Y ya no quiero nadar, ni cruzarlos. Quiero que se sequen de mi alma, escribirles hasta dejar de llorarles y, sin que ellos sepan nada, despedirlos.

A este último, ahogando la ilusión que no hallé en ningún otro, le doy las buenas noches. No serán buenas en un tiempo. Que se las quede si quiere.

martes, 22 de julio de 2014

Indefinitely

Ana lleva treinta y siete minutos sentada en el bordillo de su calle. Su móvil se ha apagado hace media hora y ya conoce los balcones de la finca que tiene enfrente de memoria. Mira a la izquierda y a la derecha cada medio minuto. Se da la vuelta cada dos. Mira aquel patio, y suspira. Se levanta y mira a lo lejos de la carretera. Coloca sus manos en la cintura, y resopla. Agacha la cabeza, vencida. Vuelve a sentarse, y el mismo ritual de nuevo.
Un perro se ha asomado en el sexto y en el tercero la señora de la bata rosa ha salido con una revista bajo el brazo. Está mirando la terraza del bar de abajo. Al señor que bebe vino solo. ¿Se preguntará si se siente igual de solo que ella? Los coches que pasan la distraen, y mira ahora a Ana. Ana mira el perro. El perro ladra a los coches. El señor que bebe vino solo se ha levantado y ha mirado a la señora de la bata rosa, que ahora sostiene la revista entre sus manos y no se ha dado cuenta de esto. El perro deja de ladrar. Ana mira su muñeca. Desde que terminó el curso no ha vuelto a tener reloj. Sentía el peso de la muerte cerca de sus venas y odiaba esa sensación. Prefería, como le enseñó ella, intentar adivinar la hora que era únicamente por su sensación al cerrar los ojos. Serán casi las nueve, piensa. Un coche con música alta que pasa por delante de Ana llama su atención por un momento. Se mira las uñas. ¿Cuándo fue la última vez que se las pintó? Seguramente lo hizo ella. Tenía la manía de pintar las uñas de Ana de mil colores, y las suyas de negro cuando estaba triste, y resultaba que ella tenía más días tristes que de reír. En invierno siempre vestía oscuro, a conjunto con sus uñas. Esto a Ana siempre le había cautivado, la tristeza que emanaba ella. La manera en la que hablaba siempre de las pequeñas cosas, de los graffitis en alguna pared lejana, de los gestos de los extraños en el autobús.
Ana sacó el paquete de tabaco mientras buscaba en el bolsillo de su chaqueta una boquilla y se la colocaba entre sus labios. Abrió el paquete, cogió un papel y tabaco, y mientras se liaba un piti, pensaba en aquella conversación que resonaba en su cabeza. Una conversación que si tuviera nombre se titularía "balcón y ella" y la banda sonora sonaría como suenan las noches de verano en las que te quieres quedar para siempre allí. "¿Cuántas veces has pensado mientras fumabas que la vida se consume como un cigarro?", le preguntó ella, sin mirarla, sentada en el suelo de su balcón, tirando la ceniza en la planta que tenía a su izquierda. Ana le sonrió y le respondió que muchas. Y mirándola a los ojos, le confesó "No eres de esta época. Te mueves de otra manera, como si no fueras de aquí, y fueras eterna, para siempre." Ella sonrió con ternura, aunque con cierta frialdad en sus ojos. Ya no pensaba en Ana, mientras que en la mente de esta la frase continuaba con un "y no sabes cómo me hace sentir que estés aquí conmigo, ahora, e imaginar que yo también soy para siempre, pero contigo."
La puerta del portal hizo un considerable ruido e hizo a Ana volver en sí. Se sobresaltó al pensar que sería ella, pero no lo era. Se puso en pie mientras tiraba lo que ahora se había convertido en una colilla.
Cerró los ojos, mientras en su mente resonaba aquel grupo que tanto le gustaba a ella, aunque ella no supiera que Ana los escuchaba sólo para sentirse más cerca de ella, y mientras sostenía en su mano una película del director del que ella solía hablar tanto, aunque desconociera que Ana supiera nada sobre él.


Allí estaba Ana, frente al portal de su casa, esperándola sin esperar que ella apareciera, metiéndose en las pequeñas cosas del mundo de ella que hacían del mundo de Ana un lugar mejor, lejos de que ella supiera nada, como si se tratara de un secreto. El secreto más dulce que Ana guardaba.


jueves, 17 de julio de 2014

Fez-se mar

Cinco minutos desde la última muerte, y desde aquí arriba es difícil respirar aunque vea tu casa.

Preguntas de cosas que no interesan. Pregúntame por los cortes, por el insomnio, por mi banda sonora y por aquellas tardes de distancia esperando que la vida me trajera cerca todo eso del amor y la gente que haces tuya.

Cuando los trenes no llegan a la playa es mejor no ir y quedarse en la estación, mirando la hora, pensando que quizás es tarde para no esperar nada o pronto para esperarlo.

¿No?

miércoles, 16 de julio de 2014

Nadie

Algún hombre que cante No woman, no cry y entienda que es inevitable que una mujer llore, y cante, y la vida le baile y le cuente historias para no dormir.
Que entienda que en una fiesta siempre existen los aparte, los estar sola y escribir esto, y te abrace y te mire. Sin preguntar se siente y sepa que quieres que esté ahí.

Alguien.

jueves, 10 de julio de 2014

lembranças

El pasado es sólo una historia que nos contamos a nosotros mismos.



Se va la soledad cuando se va con soledad de otro. Llega el frío de verano. No dormir más de ti, como máxima prioridad. El sol está ya arriba.

Renuncia

Renuncio a lo pasajero. A los nómadas que danzan como días, como lluvia en mes de sol y abrazos en peleas.
Renuncio a los que vienen y las que van. A los temporales que te conocen de noche y luego de tarde, y como máscaras a unos les sonríes de una manera y a otros les cuentas otras historias.
Renuncio a las ilusiones que duran cuatro viajes de metro. Ida y vuelta, siempre con música en la mente y los dedos nerviosos de no querer a nadie y de quererte a ti tanto.
Renuncio a días como cuando llega el verano, con horas de felicidad vacía, de encuentros por primera vez, citas como costumbre y despedidas siempre iguales. Todos los adioses sin amor son los mismos.
Renuncio a querer enamorarse y romperse el alma mientras el corazón mira al cielo y se va con el viento.
Renuncio a una lista de desamantes y desamores, antiguos encantos que por meses los recuerdo ahora y vuelven de noche, mientras me termino de vestir y doy la vuelta a la almohada, húmeda de lágrimas de alguna pasada noche triste.
Renuncio antes, ahora, después.

lunes, 7 de julio de 2014

hem assumit el risc

Anoche quedamos.

A veces me coges las manos de otra manera, y las miras y creo que podría estar en ese banco mil horas más. Después, cuando ya nos hemos conocido sin lo necesario para salir a la calle, los besos de multiplican y ni siquiera sé de dónde vienes ni a dónde vas. No sé lo que quiero de ti. Estamos aquí, mientras lo decido, pasando horas con tus manos en mis pies y recuerdos en aquella cerveza.


Hoy te vi.

Me corté el pelo hace días y compré un par de discos que me hacían más falta que los últimos besos que me robaste. Desde mayo hasta Mallorca te he esperado y deseado y muchos más participios. Pero nunca se te dio bien lo de los finales felices. Creo que no existen, si te soy sincera.


Ayer te hablé.

Volví hace unas semanas, y miento si te digo que te eché de menos. Pensándote me di cuenta de que así las cosas estaban mejor. Volver a empezar, entre tanto, no es una solución para los que nunca se han querido, ¿no? Aunque las películas románticas me confundan y la noche haga de mí una persona más vulnerable a los encantos del amor. Ahora siento que sólo me queda de ti Alt-J y Alameda.



sábado, 5 de julio de 2014