jueves, 7 de febrero de 2013

Want her, have her

Escondido en mil partes y a la vez en ninguna, hallé en mí un descuido final que concluyó las últimas líneas de la canción que empecé hace cien despedidas y cuatro reencuentros. Y con esas lineas pude entender lo que me afligía: la atrocidad más lejana que podría haber imaginado nunca y que ahora era real estaba siendo traducida en mil idiomas. Y sin entender yo alguno, formé parte de todos. Palabras que nacían y crecían para morir en mí. Escuché todos estos idiomas con gran atención, y fue así como el fiel deseo que antaño me complacía feneció en mis propias manos. Sin creer del todo que continuaba siendo partícipe de mis propias decisiones y de mi vida misma, observaba el curso natural de mis días y mis sentimientos. Con esta observación pude entender la esencia del destino.