martes, 24 de diciembre de 2013

Querida:

De veras deseo decirte que hoy, entre tantos tiempos y vidas que se nos escapan y que ignoramos, yo me siento infinita.

Nada más por amar de ti.

domingo, 15 de diciembre de 2013

Insomnia me da los buenos días

Abro los ojos y no te veo.
Abro las piernas y todo va naciendo. Sin desayunos necesarios para empezar bien el día. Sin silencios incómodos ni incómodas posturas. Sin miradas en otras partes ni partes a mitad. Sin el cielo arriba y la tierra abajo.
Las manos entre tanto contándose secretos. Las bocas no se cierran. Todo lo demás tampoco.
No es necesaria la oscuridad para serlo todo y más. Ni tampoco para sentirse como en un tercer planeta. Empezando desde la cuarta estrella fugaz de la calle tu muslo hasta la órbita de tu rodilla, me faltan vidas para estallar. Choque de materias, de infinidad, de hacer y por hacer.
Nacemos desde el final, desde el vértice del clímax vital, desde nosotras.

Buenos días (lo más bueno de ellos ya lo tengo)

lunes, 9 de diciembre de 2013

Preludio a dormir con sueño.

A las 0:53 justas, Erika está tras la puerta, con los pies fríos y el cuerpo rígido, formando una o ovalada con sus labios, escuchando palabras de sus padres que no conoce.
Un minuto después, Insomnia, que es lo contrario a insomne, comienza el tercer sueño y el primero sin Oniria, quien está escribiendo esto.

domingo, 8 de diciembre de 2013

Child bride

Te dejo la piel mudada de mi alma en aquella alfombra. No es necesario que la conserves; ojalá la quemaras junto con parte de tus muñecas sólo para que sintieras un costado de mi pasado dolor.
Las cosas bonitas las he maldecido y se han convertido en un ejercicio de memoria sensitiva. Las desprendo en forma de lágrimas. Se evaporan. Se respiran lejos de mis renovados pulmones, y se esfuman en un suspiro.
El resto de heridas son menos que mis lunares y más odiadas.

¿Qué más queda? Tú morirás hoy.

lunes, 2 de diciembre de 2013

Entretiempo: Preludio a la descripción

Constantemente me preocupa la temperatura que hace a 2587km de mi cama, los horarios de los trenes que jamás cogeré, las vidas imposibles que jamás viviré, los campos lejanos que no atravesaré.

Ya en la noche es todo menos de fuera.

domingo, 1 de diciembre de 2013

Simone (I)

Conocí a Simone un domingo odioso. Tenía el pelo corto, más corto de lo que a los chicos gustaba. Era por ello, y por otras tantas manías confesadas entre cafés vieneses, que Simone no buscaba el amor en hombres.
La estorbaban sólo con su humilde presencia. Los maldecía a veces y a voces, y yo siempre me reía cuando esto sucedía.
Resultaba que Simone era una completa experta en cocinar, o eso me demostró un día, un sólo día en el que Simone fue más cordial que nunca, y yo tan estúpida como siempre.
Cocinó un plato que me negué a probar, y esto ofendió tanto a Simone, tanto, tanto, que incluso pareció más vieja. Más vieja que no más mayor. Porque Simone se enfadó muy pocas veces en mi vida,  pero cuando lo hizo, yo  pensé mucho. Simone tenía ese efecto en mí, el de hacerme pensar aún cuando las drogas pretendían impedírmelo. Era odioso, tanto o más que el domingo en el que la conocí.

Entretiempo: Domingo y de camino.

Es bien fácil.
Te enseño canciones, poemas, domingos, vidas que me cubren, y ni con eso eres capaz de escribirme.
(Yo no supiera no hacerlo; he estado mucho tiempo esperándote.)

Entretiempo: Uñas negras

El negro en las uñas, la muerte más cercana, la madrugada de antes del suicidio y la noche póstuma. El falso infinito en cada extremidad; por cada una de ellas, una absurda historia que no se cuenta en libros. La última carta, la más banal, pues la muerte es gran simplificadora.
El negro en las uñas, vida corrosiva, de la que no se habla, la que se fuma, la que se bebe, consumida en pequeños vicios los cuales no son más que carencias vitales. Es el sabor de una lágrima llorada por muerte, con gusto a ceniza y a flores que se pudren. Es el agua del rocío cuando alguien ha elegido dejar de consumirse en vida. Es el ocultar el color rosado de juventud, ocultar el tejido roto que cubre el ser de una. Es callar a gritos que te vas, que eliges cuándo, que eres más que cobarde, débil, y ellos ignorantes. Lo dices así en tu soledad: "ignorantes", sin reír, sin vida, sin nada.
El negro en las uñas, envejecer por dentro mientras maduras por fuera. Es existir muriendo. Es fingir que desconoces, asustada de lo que conoces. Es buscar arrugas donde no las hay. Es arrepentirse al llegar a la vejez de haberse condenado a una simple intuición interna y no a la sabiduría que el degradamiento físico conlleva.
El negro en las uñas, frío en el amar, lucha diaria. Es aquella madrugada, tan odiada como todo lo demás que florece. Es despedirse justo en lo que tanto hizo sufrir, sólo como manera de contentarse con desvanecerse. Es lo que se esconde en habitaciones, en escritos que jamás serán conocidos. Es una vida más que viene y va, sin que eso importe demasiado. Es que vivir sólo importe de más cuando somos jóvenes y se pierda importancia conforme avanzas en una línea estúpidamente vacía. Es no ser recordado más que por hija de, y aquella que conocí. Es no entender quién podría renunciar a la vida y odiar no saber el por qué, temiendo tropezarte sin querer con ese deseo y entonces sentir que el resto de cosas vitales carecen de real sentido. Es no despedirse, pues sabes que no te irás de nadie hasta que no se vayan ellos antes, y entonces no importarán las despedidas.
El negro en las uñas, latir en silencio, vivir muriendo.

Entretiempo: La camisa por fuera

La camisa por fuera,
advirtiendo el pasado deseo,
las manos entre libros,
por no querer pensar de más
en versos y camas
que comparten razón de ser.

Los besos escondidos,
el alma toda llena,
el viento por venir
y contar cómo te vio,
los pies fríos
lejos de abrazos.

Los pantalones húmedos
de pasión contenida,
la piel caliente
de caricias rápidas,
el corazón solo
recién despierto.

La mirada ausente
todavía esperando,
la boca suave
de sabor tuyo,
la vida entera
en un sólo encuentro.

Y cuando viene el desconocido
susurra mal,
y un pálpito en el pecho
me dice "sal",
y todos los secretos saliendo van.

Danzando y de mientras
odiándote,
sufriendo por tu vida
pensándote,
temiendo que te griten,
cuidándote.

Te protejo sin que sepas,
sin ni siquiera hacerlo,
con la ira en las legañas,
pasajera y pensativa
decidiendo a quién callar,
a quién maldecir.

Decido esperar a que vuelvas a tu sitio
y me cuentes sin decir nada
qué tanto son tus cosas
que inundan este, mi yo,
que a veces mío y otras hueco,
pero siempre tuyo, amor.