viernes, 15 de julio de 2011

Para no olvidar

                                                             Castellón, domingo 10 de julio, 17:18:28





Me tumbé. Observé con atención cómo la madera del techo dibujaba imágenes abstractas que antaño posiblemente habría ignorado, pero que en ese momento centraban mi absoluta atención. Bostecé varias veces, pero no quería dormir.
Y entonces empezó a sonar aquella canción. Aquella que hacía tiempo había protagonizado mis tardes más lóbregas, mis lágrimas más dolorosas. En definitiva, una etapa que había dejado atrás y había intentado olvidar.
Sonaba con fuerza y a la vez con una delicadeza  propia de las sensaciones que provocaba en mi corazón. Suspiré un par de veces.
Me hacía recordar aquel duro invierno por el que pasé. Un invierno, que mientras vivía, sentía que jamás acabaría. Sentía que el frío de mi cuerpo, procedente más que del propio tiempo, del miedo y la inseguridad que atravesaba por aquel entonces, no cesaría hasta pasadas muchas noches de insomnio y muchos paseos por la playa. Quién sabe cómo, lo superé. Lo quise dejar atrás. Claro que, para decidirme a decir adiós a aquel invierno, antes tuve que pasar por demasiadas cosas. Cosas que tardaría miles de minutos de besos en superar.
Jamás fui consciente de lo que aquello supondría. Sólo deseaba vivir ese momento, sólo deseaba que mi voluntad se cumpliera, y estaba dispuesta a pasar por lo que fuera por ello. Es extraño cómo ahora entiendo perfectamente qué me sucedía y por qué me hacía ese daño, pues entonces, no sabía lo que hacía ni por qué lo hacía. De aquello saqué tardes oscuras, saqué conversaciones interminables conmigo misma, saqué explicaciones innecesarias a personas inapropiadas, saqué arañazos en mis brazos, incluso sangre, saqué odio hacia mí misma… Pero también aprendí a quererme, aprendí a no equivocarme, aprendí a evitar querer a la persona inadecuada, aprendí que el tiempo ponía a cada uno en su lugar, aprendí que de los errores se aprende, aprendí que no hay nada, absolutamente nada, que el tiempo no cure. En definitiva, gané infinito más de lo que perdí.
Supongo que por eso mismo, entiendo por qué hoy en día, aún recuerdo aquel invierno con claridad. Por mucho que quiera, necesitaré demasiados años y acontecimientos para olvidarlo. Acontecimientos mucho más importantes que algo como aquello. Pero eso es algo con lo que he aprendido a convivir. No es malo. Simplemente está ahí. Simplemente sé que una vez a la semana sonará la canción que aun escucho, y sé que entonces dedicaré algunos minutos a recordar esto. También sé que esto tardará en desaparecer de mi cabeza lo que tarde en ocurrir algo en mi presente, ya que el presente siempre estará por encima del pasado, lo quiera o no, y aquel invierno, afortunadamente, pasó a formar parte del pasado más lejano que puede existir para mí.