jueves, 8 de enero de 2015

Frío

Miro a este lado tuyo de mi cama como si de pronto fueras a aparecerme. Lo miro intentando dibujarte ahí, donde estuviste hace dos noches y cinco cafés. Pero no puedo.

Como si por estar lejos ya no existieras. Y no pudiese recordarte porque alguien hubiera jugado con mi memoria y la hubiera hecho pequeña. Tanto que cabe en el bolsillo en el que te metes la mano cuando tienes frío, aún sabiendo que en ese bolsillo no encontrarás calor. Pero aún así metes tu mano con la esperanza de tener menos frío.

Así miro yo tu lado. Cierro fuerte los ojos y bajo la persiana también, esa que odias que se quede medio abierta. Y mientras lo hago pienso que me daré la vuelta, abriré los ojos y estarás en la cama, con frío. Y yo no habré visto cómo subías a ese autobús, sabiendo que en 40 noches no estaría contigo. Mirando otras parejas despedirse, pensando que nos roban unos minutos que ellos tienen. Imaginando que no se verán en meses, años. Y mi memoria sólo me hablará del presente. Porque ahora siento que sólo cabe el presente, y tú me lo robas con tus maletas y tus billetes y tu cama en la que no quepo y que duerme lejos de la mía.

Después me tapo, me tapo ahora, con la esperanza de encontrar calor, y de paso tus labios diciéndome "no van a ser 40 noches porque ahora estoy yendo hacia ti. Así dejaré de robarte la memoria y nuestros minutos, y tardaré mucho en subir a ese autobús. Dejaré las cosas hechas porque tú eres más que mis cosas. Ni siquiera me voy a llevar maletas, sólo me voy a llevar a mí".
Pero no.

Creo que estás callado ahora mientras miro este lado, que es tuyo, supongo.
Ya no recuerdo si dormías aquí o no.