domingo, 1 de diciembre de 2013

Simone (I)

Conocí a Simone un domingo odioso. Tenía el pelo corto, más corto de lo que a los chicos gustaba. Era por ello, y por otras tantas manías confesadas entre cafés vieneses, que Simone no buscaba el amor en hombres.
La estorbaban sólo con su humilde presencia. Los maldecía a veces y a voces, y yo siempre me reía cuando esto sucedía.
Resultaba que Simone era una completa experta en cocinar, o eso me demostró un día, un sólo día en el que Simone fue más cordial que nunca, y yo tan estúpida como siempre.
Cocinó un plato que me negué a probar, y esto ofendió tanto a Simone, tanto, tanto, que incluso pareció más vieja. Más vieja que no más mayor. Porque Simone se enfadó muy pocas veces en mi vida,  pero cuando lo hizo, yo  pensé mucho. Simone tenía ese efecto en mí, el de hacerme pensar aún cuando las drogas pretendían impedírmelo. Era odioso, tanto o más que el domingo en el que la conocí.