viernes, 18 de abril de 2014

Ángel

Lo he entendido al fin.

Lo he supuesto desde que viniste aquí. Cuando septiembre nos descubrió toda una vida de historia, una historia de vida. Todo lo que nos hemos dado: historia y vida. Entonces, desde la cima de un comienzo, desde la máxima alegría con partes a medias y trenes que no terminaban de irse jamás de la estación tan nuestra que parábamos cada domingo antes de despedirte, aprovechando cada minuto y teniéndote que ver luego corriendo para llegar a tiempo al vagón, me creía algo más que ahora. El encanto de un amor infinito.
No sé quién me desveló que a veces sólo se existe de una manera en la vida de alguien. Intentamos aferrarnos a la nuestra aunque doliera, aunque nos llevara tantas noches en vela. Pero siempre juntos. ¿Cuántas apuestas sobre volver a ser en tantos años nos hicieron falta para entender que hay historias que terminan?
No te desanimes. Aunque sepa todo esto, hemos luchado. ¿No ves que si hemos perdido hemos ganado historias que contar, más que algunos tienen?
Pero no hemos podido más. Lo he entendido hoy, entre viajes y canciones.
Me conoces tan y tanto que podrías saber ahora mismo qué soy, incluso cómo estoy.
Te has metido tan dentro de mí que te tendré en mi vida siempre como una enorme marca de nacimiento, justo en mi pecho.
Ya eres parte de una historia vital. Te encantaba saberlo.
Pero no queda más. Seamos pasado, siempre en tonalidad amor. Te gustará saber que jamás nos olvidaremos.

Mi ángel: no dije para siempre, pero ¿quién dijo hasta nunca?