miércoles, 16 de abril de 2014

Conocerte: Lágrimas de bañera

¿Para qué quitarnos las lágrimas de la cara? Las nuevas, limpias, puras lágrimas. Más humanas que el amor, más sencillas que el vivir. ¿Por qué no dejarlas en las mejillas como dos ojos más que enseñen el alma? Los cadáveres de la tristeza, cada uno en un lado, confundiéndose con la piel, transparentes como un enamorado y corrompidas por la causa que las crea, como un desenamorado.
¿Por qué no dejarlas para siempre, como un tatuaje del ser, del interior, del principio de todo? La creación más física del dolor más interno. Dejarlas como estatuas que cuenten lo que queremos esconder cuando las quitamos. ¿Para qué borrarlas de la cara, como si quisiéramos borrar con ellas el motivo de su existencia? Como si con cada lágrima saliera una imagen, una palabra, una hora vivida. Queriendo destruirlo todo, nos secamos siempre las lágrimas. Que nadie vea nuestros dolores. Todos por dentro hasta que broten de nuevo de nuestros ojos otras dos gotas vivas, confidentes, las que nos han visto por dentro como a trasluz, atravesando noches, silencios, pasillos de penas.