lunes, 24 de marzo de 2014

Uno/?

El silencio tras una historia que se despide mata y consume a todo aquel que lo vive.
Tras pronunciar la última palabra, aquel adiós, la sentencia, la espera que calla ahoga a cada amante.
¿Qué queda por decir? Piensa. ¿Qué queda por morir? Piensas.
Como último consuelo, último respiro, un abrazo te une a ella de nuevo. Te trae hacia ti, con permiso previo.  ¿Puedo abrazarte? Te mira. Deseas odiarla tanto y no puedes que los ojos te gritan y sólo dices que sí, mientras tus manos inquietas suplican poder contar que huirías de la Tierra por morir a sus pies. Poder abrazarte no, debe abrazarte. Ahora no, como final no. Qué horrible final, te dices. Debe abrazarte cada día de tu vida. ¿Qué clase de amor tan intenso y puro es tan injusto? Todos.
La promesa de los ojos que no engañan, que quieren pero no pueden, que escapan y se cuelan en tu ropa, te desnudan en un segundo para después desaparecer y quedar tú sola mirándola, revive siempre lo que temes tanto cuando dejas que alguien entre en tu vida. Te pierdes ahora porque lo has hecho desde siempre. Porque te has abandonado a sus encantos desencantados y amargos desde hace diez noches junto a ella.
Es mejor. Mejor que todo acabe. El amor debe acabar algún día. Con todos, y con todo. Con la vida, con la muerte, con el propio amor. Conmigo también. Contigo, incansable, ni la muerte. Arrastraría mis lágrimas hasta al propio fin si me dejaras amarte.
El amor, el propio, ensimismado, odioso amor, me ha traído hasta aquí. Soy alguien desenamorada de él, una amante más. Un cuerpo más que sintió, que vivió, que murió de amor. Una historia más de otras tantas. Una víctima más, tantas como noches existen. Un abrazo como despedida.
Así, así de grande es ese silencio. Agonizando, das media vuelta.

Morir de amor ya no queda tan lejos estando aquí, abrazada de desamor a tu lado, ¿no crees?