viernes, 28 de marzo de 2014

Dos/?

Todo con lo que solía recordarte: tus palabras, repetidas en mi boca como si de pronto ella se tornara la tuya y dejara así de reclamarte -¡reclamarte!-, las canciones horribles y punzantes, mis propias manos; todo. Lo he deshecho en el nuevo mundo, el que creo, en el que vivo una metamorfosis.
En un intento de matarme, he renacido. ¿Se podía renacer hace más tiempo? Nunca me lo dijiste. Nunca me dejaste.
Dejarme, dejarme.
Dejarme, a mí, dejarme como un autobús que tomas, como un estorbo.
La palabra ronda mi cabeza todavía en esta metamorfosis.
Dejarme, para siempre, como si las personas fuésemos cosas y los te quiero no fueran te quiero y fueran de momento.
¿Qué clase de amor insano has vivido, niña? Te pudrirá por dentro y te consumirá lentamente, felizmente. Vas a ser tan, tan feliz.
No entiendo, supongo, qué hice yo en todo esto. Nadie me avisó de que algún día dejaría de reconocerte y fueras de pronto todo odio y muerte y risas vacías y soledad, y causa de mi resentimiento más dañino y profundo. Me pregunto quién eres cuando te miro desde aquí. Me pregunto qué has hecho conmigo y si sabes qué has hecho. Me pregunto si algún día podrás morirte por siempre de mí, así como tú nos mataste para siempre porque sí.
Rompo las noches, los días, las antiguas horas.
Anoche rompí aquel día en el mar. No lo siento nada, pero supongo que esto a ti te afectará. Ni siquiera comprendes que no soportaba mirarte sin poder besarte. Ni siquiera comprendes que no puedes hablarme cuando quieras. Ni siquiera entiendes que te quiero más muerta que viva hoy por hoy.
Que te entierren bella, como siempre te has gustado, rodeada del daño que has sembrado, de voces que griten todas las cosas que tú jamás me dijiste por cobarde, por ser como eres, y que no te dejen en paz, que te condenen a la eternidad infeliz, así como tú sentenciaste mi infelicidad, mi particular infierno, asegurado cada noche en mi cama, suplicándote, y tú deseando olvidarme, como si fuera un estúpido libro del cual te puedes deshacer cuando dejes de querer, al que poder abrir y cerrar sin explicaciones, el cual pueda romperse en tus sucias manos mientras tú lo miras impasible.
En el nuevo mundo estás muerta. En mi metamorfosis personal no mereces mención.
Me doliste.
Nos mataste.
Te amé.