martes, 22 de mayo de 2012

Vacío

Sigo arañando las horas. Sigo gritándole al tiempo. Todavía no me he ido. Me quedan apenas unos pasos para abandonar finalmente la sala. Y cada punto me daña, me atormenta y se me hace infinito.
Las paredes me rozan, me susurran, me suplican. Pero estoy lejos de ellas; en realidad, lo estoy de absolutamente todo. Sólo tengo ojos para la madera que avanza junto con mis pasos. No es que esté demasiado lejos, pero la espera se hace interminable. Aun así, no tengo prisa. De vez en cuando, de forma automática, debido a las muchas marcas que has dejado en mi cuerpo y en mi cara, me giro y no queda nada. Algún cuadro en la pared me describe lo que ya no recuerdo. Y de nuevo siento dolor. Pero entonces camino más rápido y vuelvo a sentir que respiro aire nuevo. Es como vivir cada minuto de forma distinta.
Cómo espero salir de aquí si apenas tengo pies para caminar los últimos pasos, si me aferro a las paredes y me apoyo en ellas mientras dejan que me caiga y que vuelva a girarme. Y así continuamente. Y no veo el final.
Parece que esté, pero no está. Cierro los ojos, pero es imposible hacerlo. De tanta oscuridad que hay detrás de mí, mis ojos no pueden cerrarse. La luz que mis ojos buscan parece inexistente.
Entonces un sentido más se activa. Parece una guitarra. Y está lejos. ¿Qué dice? Apenas lo entiendo. El seseo molesto y estridente me hace pensar que la voz es conocida. Y sí, quizás haya coincidido con esa existencia unos pasos atrás, pero llevo ciega con los ojos abiertos tanto tiempo que soy incapaz de mirar más allá.
Todo carece de sentido cuando miro atrás. ¿Por qué seguir? ¿Para qué? Nadie puede oírme. No tengo voz para gritar, ni sonido que el mundo conozca para que se pueda percibir. Lo que me posee y lo que duerme dentro de mí desde hace algunos metros de pared permanece igual de perturbante e igual de doloroso que siempre, y sé que cualquier cosa que saliera de mí no atravesaría ni mi propio cuerpo.
Me paro en seco, pero nadie lo nota, nada lo nota. Las voces se callan.
Y me quedo allí de pie, pequeña, rodeada de un mar oscuro que tiñe mi cuerpo y le da una forma imperceptible, esperando simplemente a olvidar.