martes, 28 de octubre de 2014

En mi nueva cama

A cada suspiro pienso que todo ha cesado. Que no pueden quedarme más lágrimas por dentro. Que me he vaciado toda y sólo queda por recoger mis últimos restos. Que me he evaporado con tanta tristeza acumulada.

Pero no, ni siquiera alguien podría recogerme. Estoy lejos de casa, a kilómetros. Sola entre paredes blancas, con el frío en las costillas llenándome de azul mi interior rojo. No hay nadie entre todo esto que me conozca, que me sepa ver cuando llevo horas muerta. Todos son desconocidos que me hablan y yo les miro pero no les escucho. Mi cuerpo está lejos, y ellos sólo me roban el tiempo. Poco me importan. Si vuelvo a desmayarme, creo que me fundiré con el suelo.

Sin que nadie me conozca, me escuche, me lea, me mire, me piense. En silencio voy a pensar que este será mi último suspiro antes de dormirme para mucho tiempo. Y amanecer en casa, sin lágrima alguna; todas se habrán ido con mi alegría.

Y con esta oscura idea, me voy yo también a llorar soledad.