jueves, 13 de febrero de 2014

Febrero: Testamento

Oniria está triste. Ya no canta canciones alegres. Ya no sonríe en el autobús. Ya no le encuentra la belleza y el placer al vivir.
A veces piensa que alguien la cogerá del brazo y le dirá algo que la hará volver a respirar tranquila. Que alguien la abrazará en ese preciso instante. Que alguien de entre tantos la llevará a donde necesita estar desde siempre. Que escuchará de nuevo "será un encuentro inesperado en noche azul..."
Oniria escribe de ella en tercera persona, intentando escapar de su realidad. Intentando que todo aquello le sea ajeno. Una lectura cualquiera, anónima y silenciosa.
Oniria duerme cuando todo le duele.
Nada le quita esas ganas de llorar siempre. Canta, y sólo canta tristeza, y las lágrimas le nacen en los ojos, en cada ojo, uno por muerte y otro por vida. Todo le llora. Todo se llora. Se llora ella misma. Hasta la vida se llora.

Oniria escribe con su canción, mientras piensa que jamás tendría que haberla compartido, que hay cosas que tienen que quedarse en las pestañas de la intimidad. Piensa también que su pelo huele bien y que no se ha dado cuenta ni por el viento húmedo por sus lágrimas ni por los abrazos. Y que a veces le sobra todo.
Oniria cierra los ojos una noche más, una noche sin nombre. Como ella lo será algún día. Una noche sin nombre. Tan breve, intensa y anónima como ella misma.
Oniria está muriendo. La vida se le muere. Y la noche se acaba ya.

Se te acaba la noche, Oniria.