domingo, 23 de febrero de 2014

Realidad 1ª: Out of my head

Supongo que es cuestión de olvidar.

De borrar lo dibujado, de descreer en lo que creías, de quemar cartas, odiar días, despedirse de camas.
De matar la ilusión, de enamorarse del desamor, de matar la vida, llorar hasta que deje de doler.

Negar mil veces con las lágrimas en las manos.
Suspirar. Dejar la ira correr, después el odio, después todo el amor que te quitas sola, después los besos.
Es desnudarse de alguien.
Arrancas su pelo de tu hígado, tan lentamente que agonizas.
Lloras su saliva. Sus manos en tu pecho. Fuera todo.
El amor en tu sangre, y desangrar hasta siempre. Hasta los últimos días de todo.
Hasta irte lejos cada poco, hasta lo que no sabes que escribes.
Sangrar siempre, siempre el amor. Todo el amor. Se vierte, se derrama.

Los minutos corren deprisa, mientras escribes. Hablas. Comes. Abrazas. Alguien te mira, te ríes. Vives. No quieres, pero vives. Vives sin los mapas, sin el libro aquel, sin el país aquel que ahora odiarás. Sin aquella parada de metro, sin canciones, ni esa película. Sin el alma, vives. Sin la sangre que tanta vida te ha dado. Que tantos besos te ha dejado conocer. La misma sangre que ahora es ella. Ella es sangre, y sin ella mueres. Y la dejas ir. Que se vaya. Lejos. La quieres cerca, pero se va lejos. Se desangra ella. Y la sangre, también.

¿Tiempo? Deseas aferrarte a que pasará rápido, a las horas felices que serán pocas, a los días horribles que te entretendrán de sufrimiento, a las preguntas que matarán algo de ti, al nombre impronunciable, latente, sangriento, que te nombrarán mientras tú lo desechas noche a noche en tu cama, cuando todos saben que no duermes, que vas a sufrir, que pobrecita, ella que reía, que hablaba tanto, que siempre soñaba."El amor aquí, y allá, y ella es tan guapa, y anoche soñé con ella, y la otra tarde fuimos a sentarnos en aquel banco, y sólo viendo el tiempo pasar estuvimos horas. Sólo el tiempo, pasaba el tiempo, y ella conmigo. ¿Y yo? Que me hablen de vidas; yo la tengo a ella."
Ya no, ya no. Pobre. ¿Quién le advertiría? ¿Alguien cuidó de que no llorara por las mañanas, cuando la vida se le hace un poco más fácil y más bonita? 
Lo contarán en el mundo entero, cada uno con su nombre particular, sus marcas para siempre en la piel, de abrazos y dientes, y sus sitios favoritos.
Todos lo contarán. Tú contarás la gente en el autobús que habrá vivido lo mismo. Te llorará el alma, el corazón, las manos, el pelo, los pies. Todo llorará. Y de noche, a sangrar. A deshacer historias, sueños, nombres, familias. Una vida entera a sangrar.
Anunciará la noche tu muerte despacio. Nadie irá a verte: todos sabrán que has muerto. Seguirás cantando. La lágrima aquella llegará hasta el suelo. Lo pisarás pensando: aquí yo hace veinte noches la tenía. Cuánto dirás, cuánto pensarás. Cuánto vas a sangrar.
Vas a sangrar todo menos la esperanza. Vas a intuir que está detrás, que te espera aquí y allá. Que va a venir a verte. Que va a coger toda tu sangre y va a volver a besarte mientras tú vuelves a respirar, y todo aquello de la cama y del amor platónico del que no te curas nunca. Aprenderás a desesperanzarte. Lo harás mientras te ahogues cada tarde-noche en la bañera. Y tus canciones se ahogarán contigo.

Es cuestión de olvidar, de tiempo. Te van a doler los oídos de escucharlo. ¿Qué vas a decir tú? Lo has temido desde que dejaste que naciera a tu lado y que te llorara en el hombro, y desde que empezaste a estudiar su pelo y lo mal que te quería.  Lo has creado todo. Destrúyelo ahora.
Y luego a ti.

Es cuestión de olvidar: de olvidarte de vivir, hasta volver a saber cómo hacerlo.